Aún recuerdo el cuchillo en mi pecho y la sangre cálida que abandonaba mis venas esparciéndose lentamente por mi piel, aún veo su rostro y esos ojos que penetraron mi corazón, Hector, mi amado Hector. Cada vez que veo el amanecer, lo recuerdo y no puede salir de mi pensamiento, fueron días gloriosos, más todo se acaba, y esos días también.
Hoy, sentada sobre su cama, lo obserbo, pero no es él, es alguien más, siento su risa, y quiero abrazarlo, ¿que puedo hacer?, mi corazón está vacio, la sangre no corre por mis venas, sin embargo puedo llorar, aunque mis lágrimas no mojen sus sábanas.
Todo comenzó un día, era un
día soleado, los pájaros se contaban historias unos a otros, y en el viento pude oir uno, el cuento de una joven que por amar demasiado, perdió su vida:
"Era otoño, las hojas llevaban mensajes de amores y desengaños, una de estas hojas suave y luminosa llegó a posarse junto a una muchacha, quien cogiéndola, pudo encontrar a su amor eterno, Alejandro, así se llamaba el joven, así le llamó mil veces, sin embargo a las manos del amante llegó una hoja, estaba seca y amenazaba con romperse, aquella hoja por su aspecto, solo podía traer malos presagios, y era verdad, esta hoja de Otoño, solo traía consigo pesadillas y desencuentros.
- ¿Cuánto me amás?- preguntó la joven, siempre quería escuchar esa voz amante, sin embargo, sólo escuchó un reclamo, la voz dulce se había transformado.
- ¿Por qué dudas?, ¿siempre quieres estar segura de cuánto, es que te amo?, ¿ no confías en mí?, está respuesta provocó, que el corazón de Alejandro, por motivos extraños, sintiera odio y con este sentimiento que se apoderó de su cuerpo, cogió a Alicia, y la estrelló sin compación contra la ventana, el cuerpo se desvaneció y el amor que habían sentido, se esfumó con ello, Alejandro había matado el aliento y los suspiros que tantas veces le acompañaron. El joven lloró arrepetido, más sus lágrimas quemaron sus manos, ¿que ha pasado?- pensó, se observó sus palmas y allí tenía escrito, "Alejandro, eres un asesino", había matado a su alma, razón por la que estaría perdido, dando un grito de horror, corrió desesperado, tratando de huir de aquella maldición, más nunca pudo escapar, hoy es un vagabundo que ciego y sin vida, solo llora por Alicia".
Ese es el cuento que me han traido mis amigos, yo solo puedo decir, que el amor que sentía Alicia por su amado, solo es comparable al amor que sentí por Hector, nos juntabamos cada tarde en un restorant, era el local de su tía, una mujer gorda y regañona, pero con un corazón de oro, allí pasamos largas tardes de charlas y risas que me doblaban la barriga, sin embargo la madre de Hector, era una bruja y me odiaba a tal punto, que solo me quería ver muerta. Un día la ví conversar con una mujer de tez morena y ojos vivaces, era una hechicera, al verme emitió unos sonidos guturales y se marchó.
Ah, que dicha la mía cuando todo estaba tranquilo, sin embargo, algo sucedió, cierto día mi Hector desapareció, en su lugar me colocaron una serpiente, con sus mismos ojos, más no con su corazón, aquel reptil actuaba en su cuerpo, por orden de su madre, esa bruja maldita; una noche al ir en su búsqueda, lo encontré solo el aire que le rodeaba era sombrío, tenía una mirada distinta era penetrante y demasiado venenosa.
-Hola - saludo, conversamos largo rato, depronto, siento un frio sepulcral, escucho el silbido propio de una serpiente, mis ojos se nublan, mi corazón a sido tocado por un cuchillo punzante, mi cuerpo está helado, la sangre brota hacia el suelo, pero yo, yo estoy viva y observo, el reptil rodeando mi cuerpo sin aliento, escucho voces y desde un rincón asoman las hechiceras, junto a ellas viene Hector, pero es solo su cuerpo, su alma se ha desvanecido y el reptil ha muerto.
Hoy en su cama lo observo, allí hermoso como siempre, más lo que veo es solo su cuerpo, su alma, está por ahí, junto a tantas otras, a veces nos encontramos, y recordamos los momentos bellos, Hector, es decir el reptil, solo pudo matar mi cuerpo, más nunca destrozó mi alma, ni la suya, por lo tanto puedo decir que el cuerpo es perecedero, mientras que el espíritu es indestructible.
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