Ambos hombres estaban frente a aquel que los uniría, acaso para siempre ya que nunca se sabe que caminos son los que conducen al futuro. Carlos miró de reojo a Mario quien, complacido y emocionado, sonrió con oculta picardía. Se querían intensamente y esta era la instancia que les brindaba la sociedad para demostrarlo con hechos concretos. En breves momentos serían pareja y eso era algo que inflamaba de orgullo sus corazones. Cuando el señor que estaba delante de ellos leyó las palabras de fórmula, Carlos se imaginó la excitante vida que le esperaba junto a su compañero y sintió que una ráfaga de electricidad recorría su cuerpo. Lo mismo le sucedió a Mario ya que era tal la afinidad entre ambos que se adivinaban hasta los pensamientos. Deseaban estrecharse ya para echar a andar la máquina de complicidades que los unía.

-Mario Cárcamo, Carlos Perdomo, desde ahora y hasta que el sistema lo crea necesario, ustedes servirán a la ley de acuerdo a lo que dicta el reglamento.
Dichas estas palabras, los dos policías se trenzaron en un cordial abrazo ya que, siendo amigos desde pequeños, ahora continuarían codo a codo, no urdiendo travesuras sino sirviendo a la profesión que amaban con tanta pasión…