BIOGRAFIA (O De la noche en que volví a nacer)
El corredor del Hospital se me antojaba particularmente frío aquella noche de fines de verano, frío, oscuro y solitario. Yo era el único ser vivo sentado en un banco en ese pasillo interminable, podía oir mi propia respiración. Mi rostro seguramente reflejaría las huellas de toda la odisea de aquella noche, y ahora la espera infinita en ese silencio eterno. Ella estaba en la pequeña e igualmente oscura habitación de enfrente. Dormía. La cantidad de horas transcurridas desde que en el amanecer del dia anterior ingiriera el considerable volumen de pastillas hacía estéril cualquier otro esfuerzo médico. Sólo cabía esperar. A la mañana siguiente ella despertaría y lentamente todo volvería a su cauce, pero esa es otra historia…
Hacía exactamente un més desde la separación. Me sentí extrañamente demasiado sólo en aquel corredor en semipenumbras. Un grillo partió raudamente desde debajo del banco donde me hallaba sentado desde hacía dos horas, cruzó todo el ancho del pasillo, mi mirada aletargada por el cansancio y el sueño lo siguió en su carrera, el insecto se perdió justo en el umbral de la habitación contigua a la de ella. Y ahí lo ví, y no sabía que en aquel momento todo cambiaría. El anciano yacía de espaldas en la cama, con su cabeza semi inclinada recostada sobre la doble almohada; su rostro denotaba el implacable transcurso del tiempo y de la larga enfermedad, pero ni sus profundas arrugas ni su escaso cabello totalmente blanquecino podían apagar aquella cálida paz que irradiaba su mirada azul, ni la serenidad de su semblante. Yo me quedé alli contemplándolo absorto, con todos mis pensamientos amontonados, desde el cada vez más frío corredor. A su lado, un hombre de edad mediana, que inferí podría tratarse de algún hijo del anciano, le tomaba cariñosamente de las manos. El anciano sonreía y lo miraba tiernamente. Todo en él acusaba los estragos producidos por la lucha desigual, se podía advertir el final muy próximo, de hecho su corazón, cansado ya de pelear, daría sus últimos compaces a la mañana siguiente, justo en el mismo instante en que ella, en la habitación contigua despertaría, pero esa también es otra historia…
El anciano entreabrió sus labios intentando balbucear algo, el otro hombre lo recostó mejor para que pudiera estar más cómodo, las miradas de ambos estaban entrelazadas de tal manera que daba la sensación de que ellos se sentían los únicos dueños de ese momento, de esa noche, los dos sabían que el final del camino estaba cercano. Yo me reacomodé en mi banco, algo en aquella escena capturó mi atención, incliné la cabeza hacia delante para captar el ténue sonido que provenía de aquella habitación, afiné mis oidos intentando descifrar el débil hilo de voz que llegaba hasta mi. Jamás olvidaré lo que escuché aquella noche de mediados de marzo, en ese corredor frío y oscuro…
El anciano, sin dejar de mirar a aquel a quién yo suponía su hijo, estaba diciendo algo como que él había descubierto que solamente había una sóla cosa importante en la vida; que no eran ni dos, ni tres, ni cuatro, que únicamente había una sóla cosa más importante que todas las demás en esta vida. Creo que fue al unísono, al menos asi lo recuerdo hoy, pero tanto el otro hombre sentado en la cama junto al anciano y yo desde mi solitario lugar en el corredor preguntamos a la misma vez: “Qué cosa era esa tan importante???”. Tampoco olvidaré nunca la tierna sonrisa del anciano, ni la paz de su rostro cansado, ni mucho menos la eterna sabiduría de su mirada cuando respondió, solamente dijo: “Ah… eso es algo que sólo tú y nadie más que tú debes averiguar; no es igual para todos, lo más importante para mí puede que no sea justamente lo más importante para ti, pero sí
una cosa es segura, en la vida de cada uno de nosotros todos tenémos una cosa que es más importante que todas las demás…sólo es necesario lograr darse cuenta cual es….”
Luego ya no habló más, siguió sonriendo sin dejar de mirar al otro hombre, en cuyo rostro pude advertir algunas lágrimas que habían comenzado a deslizarse silenciosamente, el anciano finalmente pareció dormirse. Y yo me quedé ahí, más absorto que antes, pero algo sin saberlo había comenzado a cambiar en mi, algo que ya no me abandonaría, algo que germinaría lentamente, con los días, los meses, los años….
Y saben qué?, el tiempo pasó, las estaciones cambiaron, pero mis días ya no volvieron a ser iguales; desde aquella noche estuve preguntándome cada noche a mi mismo cuál sería aquella cosa más importante que todas las demás para mí, una y otra vez me lo interrogaba, hasta que finalmente una mañana desperté y lo supe, y lo supe así, de repente, con esa certeza infinita pero concreta de entender que siempre había estado allí, sólo que nunca pude verla….
Y entonces cambié y todo cambió también, porque había descubierto la verdad sobre mi mismo, y ya no podría ser igual, porque tendría que traicionar lo mejor de mi. Descubrí que lo más importante para mi en esta vida era nada menos que mi propio corazón, sí mi corazón, y todo lo que él sentía, y todo lo que él quería. Y cuando entendí esto sencillamente cambié…
Por mucho tiempo había dejado que la lógica y la razón dominaran mi vida, todo tenía que estar previamente calculado y ajustado al mínimo detalle, nada podía fallar; hoy en cambio sólo mi corazón me guía, él me aconseja, a él sólo atiendo, a él sólo sigo, y soy felíz. Puede que muchos digan que siguiendo los latidos del corazón sea más fácil errar, que hay muchas más posibilidades de equivocarse, y de hecho desde entonces me he equivocado muchas veces, pero saben qué?, pienso que por una sóla vez que acierte todo lo demás ya habrá valido la pena…
Y hoy, finalmente puedo decir que este soy yo, o tal vez debería decir este es mi nuevo yo, gracias a la sabiduríia de un anciano moribundo, en una fría noche de finales de verano, en un oscuro corredor de Hospital…
Epílogo:
Despertó con el nuevo sol. Poco a poco fue saliendo del confuso embotellamiento que paralizaba su mente. Ella nunca dijo el porqué ni yo se lo pregunté jamás. Definitivamente habíamos tomado caminos diferentes desde aquel día…
Darío 20/07/2005
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