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ENCRUCIJADA.



Si algo les hermanaba, era la juventud bulléndoles en la sangre, por lo que en un frenesí justiciero determinaron reunirse con la decisión que se toma sin preguntas ni limitaciones, entregándose con total convicción a un compromiso donde lo que apostaban-y ellos lo sabían-era la vida.


Su pasado tenía muchas líneas en común, principalmente la falta de una infancia plena de cosas y de afectos. La coincidencia en las reuniones estudiantiles en donde todo se discutía en eternas asambleas en la Universidad, donde: el mantenimiento de los edificios escolares, las enormes listas de libros inalcanzables y la solicitud de becas conformaban una gran carta a los Reyes Magos que solo promovía su desencanto y frustración. Los libros de Marx y Engels eran prácticamente su almohada junto con los de Gramsci y Harnecker. Aunque muchas veces se les dificultaba su comprensión, de oídas manejaban los términos más sofisticados, lo que les procuraba el reconocimiento de sus compañeros, forma que utilizaban para nombrarse entre sí, en la construcción de los eslabones que fortalecían su organización.


El taller mecánico donde se reunían era amplio y se encontraba abandonado. La enfermedad de un tío les había dado la oportunidad de contar con el sitio ideal para reunirse sin despertar sospechas. Aparte tenía una oficina donde podían preparar alimentos y resguardar libros y documentos, que consideraban fundamentales . También les servía como asilo temporal para los que les cogía la noche y vivían a gran distancia. Ahí se organizaron fiestas para celebrar fechas revolucionarias, que se sentían litúrgicamente obligatorias, siempre animadas con música latinoamericana de protesta y como complemento, con una infusión hecha con alcohol de caña de azúcar y refresco de sabor llamada calete, combinación suficiente para enervar los sentidos de los celebrantes. Pronto, grandes carteles con las efigies de: Ché Guevara, Fidel, Mao, Ho Chi Minh, Kim Il Sung y Rosa Luxemburgo convivieron con las de: Zapata, Pancho Villa y Los Hermanos Flores Magón en las grises paredes del jacalón, que se vio convertido en un santuario posrevolucionario, escenario perfecto para las discusiones teórico-prácticas.


Fue cosa natural que se empezara a desprender un ala radical que propugnaba por la acción, circunstancia que se llevaba de la mano con el carácter temerario de los jóvenes. Al principio fueron las recetas para fabricar cocteles molotov, seguidos por la difusión de manuales para la subversión y de estrategia militar para la guerra de guerrillas. Acto seguido: el acopio de armas de toda especie y el inicio de talleres para la fabricación de explosivos. Lo que iniciara como un juego, se tornó en una vorágine que arrastró incluso a las corrientes intelectuales y negociadoras, estableciéndose las posiciones que llevaban la intolerancia como consigna. Ya no bastaron: la pinta de muros, el reparto de volantes, y el boteo. El secuestro de camiones del servicio urbano se convirtió en rutina. Al principio les estimulaba notar las miradas de aprobación de los pasajeros, cuando a través de discursos relampagueantes, criticaban al gobierno y a los ricos, obteniendo siempre unas monedas que significaban, para ellos, la secreta alianza del pueblo oprimido y silenciado con su juventud insurgente. Pronto, todo cambió ya que Xóchitl, quien era responsable de las células de activismo en la calle-CAC-fue percibiendo que el miedo y la incertidumbre matizaban los rostros del pueblo cuando los abordaban y, casi obligados, les entregaban su óbolo por encima de una evidente necesidad económica. De ésta manera se perdía una relación que había nacido naturalmente.


Xóchitl era una chica sensible y bella, proveniente de una familia obrera. Muy joven perdió a su madre, haciéndose cargo de la atención de su hogar, formado por su padre y dos hermanos que trabajaban como obreros en una fábrica de textiles. Cuando decidió estudiar Sociología obtuvo su apoyo incondicional, organizándose en casa para la realización de las tareas domésticas, pues era el orgullo de todos que ella entrara a la universidad. Desde muy joven, consideró un deber el no permanecer indiferente ante la opresión que se vivía en la factoría, ante la mansedumbre del sindicato, eternamente vendido a los patrones. Hacía dos años que se convirtió en la pareja de Mariano, quien era el líder natural y formal del cuadro. Ella admiraba su inteligencia y responsabilidad, ya que siempre exigía realizar las tareas en forma prudente y sin comprometer demasiado a los grupos proletarios y marginados en donde se tenían las bases del grupo. Su liderazgo chocaba con la presión que ejercían los grupos mas radicalizados, quienes eran conocidos secretamente como los enfermos, y eran conducidos por Lucio, quien poseía el encanto y la frescura de una arenga incendiaria y una mente brillante. Lucio era primo hermano de Xóchitl, quien lo invitó a formar parte de la célula original, sintiéndose comprometida por su relación familiar y por una admiración secreta que ella trataba de ignorar y que se perdía en los tiempos infantiles cuando convivieron en el barrio obrero y entre sus juegos infantiles se decían novios, llegando a los primeros besos y caricias adolescentes. Xóchitl luchaba permanentemente por que Mariano no descubriera esos sentimientos secretos que ella reprimía por lealtad a él, ya que debido al carácter disoluto de Lucio, éste siempre tomaba todo a la ligera, abrazándola excesivamente, logrando ruborizarla e incomodar a Mariano, quien empezaba a sospechar acerca de sus emociones ocultas y casi incestuosas.

Ante éstas circunstancias y con el fin de establecer puntos de acuerdo, se reunieron los tres en un café de la Universidad.

-Compañero Lucio, compañera Xó (así le llamaba Mariano, cariñosamente) es necesario replantear las estrategias del grupo.


-Usted siempre, tratando de darse plazos y no enfrentar la realidad-dijo Lucio, enfadado.


Xóchitl intuyó la inminente confrontación entre los dos dirigentes, interviniendo con firmeza:

-Lo primero es que estemos en buena disposición para escuchar, llegar a acuerdos y evitar conflictos. ¡Tenemos suficientes enemigos como para pelear entre nosotros!


Mariano puntualizó: Tiene razón Xó, debemos extremar precauciones para evitar infiltraciones tratando de ser más selectivos con los compañeros que invitamos. Usted compañero Lucio, ha traído a esos elementos nuevos que no me brindan ninguna confianza.

-Si fuera por usted compañero Mariano, solo seríamos nosotros tres. Y ¿ quién sabe?

¡Tal vez sólo habría aceptado a la prima Xó!-dijo Lucio en tono burlón.

La discusión fue subiendo de tono, sumándosele el factor agregado de la relación entre ellos, que se perfilaba riesgosamente como un triángulo, donde Xóchitl era el factor de equilibrio y también de conflicto, debido a la indefinición de sus sentimientos. Por un lado: la admiración y el cariño que sentía por Mariano, a quien reconocía el trabajo con el que construyó su liderazgo. Por el otro: la inevitable atracción que siempre había sentido por Lucio y las dudas que le generaba acerca de lo que convenía mas a la existencia del grupo.

Las voces altisonantes empezaron a llamar la atención de las mesas vecinas. En una de ellas, voltearon extrañadas unas monas aburguesadas que fumaban como posesas, las que interrumpieron su argumentación sobre los periodos de lucidez de Althusser y de la vigencia del pensamiento de Beuvoir en la lucha de la mujer, para codearse entre sí y mover los ojos en dirección a ellos. En el fondo, Xóchitl pudo distinguir a unos especimenes que indudablemente eran tiras o mínimo, soplones. Había desarrollado un sexto sentido para percibir el peligro, el cual sumado a la paranoia permanente en que flotaban, le había hecho diseñar códigos secretos con claves y vías de escape en caso de supuesto riesgo.

-¡Chicles, camaradas! Exclamó Xóchitl, señalando con una ceja a los sujetos y levantándose en dirección al fondo del café, salió por la puerta trasera rumbo a la parada de autobuses. Mariano captando la señal salió, pausadamente, hacia los teléfonos públicos para, en cuanto estuvo fuera de la vista de los sicarios, emprender la carrera, acomodándose una gorra de béisbol y volteando al vuelo la chamarra de mezclilla deslavada que llevaba y cuyo forro de cuadros era excelente para el despiste. Lucio, sonriente y frío se incorporó y acercándose a la mesa de marras, le pidió fuego para su cigarrillo al que parecía el jefe. Agradeciendo el gesto, se despidió chocando las manos con los tipos, que resultaron unos simples porros de Leyes que se curaban la cruda con refrescos.



Mariano. (En el Metro)”No sé que va a suceder, cada vez siento que se nos acerca mas la policía política y que se escurre nuestra confidencialidad. Sería trágico para el grupo que hubiera un chivatazo y Lucio de una manera imprudente arriesga el movimiento, trayendo a todo tipo de sujetos, incluso marihuanos inútiles corridos de su casa. Aparte, tal parece que hay algo mas con Xó que un simple parentesco y lo peor es que ella no puede disfrazar las miradas que le dedica y piensa que no me doy cuenta. Me siento muy lejos de ser un macho cuadrado, pero me siento demasiado cerca de ser galardonado con el cuerno del año”.



Xóchitl.(En la pesera)”No sé que hacer. Siento que Mariano ya se dio cuenta de lo de Lucio y me da la impresión de que el se dedica a picarle el amor propio y a jugar con fuego con el grupo. Lo mas duro sería el romper en éste momento y lo peor que fuera por razones que no tengan que ver con nuestros objetivos. Ojalá que desaparezca esta calentura y todo se arregle”.


Lucio.(En el billar)”No cabe duda que Mariano está ciscado. Ya ve moros con tranchete y Xó contribuye con su delirio de persecución. Esto ya me está cansando por que no se ve la acción por ningún lado y todo se va en reunionitis. Lo único que me mantiene firme es mi primita y sus lindas piernas”.

El chillido de las llantas contra el pavimento tomó por sorpresa a Mariano, de la van negra salieron unas manazas que lo tomaron por el cuello arrojándolo al piso del vehículo para, sin darle tiempo a reaccionar, cubrirlo con una manta y boca abajo, casi asfixiado por rodillas sobre su espalda, sentir la mordida de las esposas de plástico que, brutalmente ajustadas a sus manos, casi cortaron la circulación de la sangre. La cinta canela rodeó su cabeza formando una máscara grotesca, dejando solo un pequeño espacio para las narinas. Un fuerte olor químico terminó por bloquear sus últimos registros conscientes, sumiéndolo en un extraño letargo límbico. El rostro de Xóchitl con el viento soplando sobre su hermoso cabello le transmitía una sensación de paz y bienestar. Detrás de ella el mar jugueteaba enmarcado por un escenario fantástico, donde un sol de tonos azulados, creaba claroscuros que variaban del lapislázuli al celeste, destacando sus dulces facciones, imaginando que sus labios sin voz le afirmaban el amor que el creía empezar a perder por vía de su relación con Lucio que, de ser su camarada de lucha, se había convertido virtualmente en su rival de amores, destruyendo la confianza ganada en sus luchas en la calle y en los gremios, en las colonias y los barrios, en las largas sesiones del comité de lucha , que de nada sirvieron , todo cambió por esas miradas insoportables que ellos se dedicaban, por esas caricias intensas que se prodigaban, con el pretexto de ser primos y que él había tenido que tolerar, en el ánimo de no crear un conflicto que pusiera en riesgo a la célula de activistas, que con tanto esfuerzo, los tres habían creado. Finalmente se hundió en un raro letargo que, bondadosamente, le alejó de sus terribles conflictos.

Xóchitl sabía del riesgo de caminar por esas callejuelas solitarias del viejo centro, que usaba como un atajo para llegar al edificio de la fábrica de telas donde trabajaban su padre y sus hermanos, de hecho, disfrutaba recorrer esos espacios anónimos que delineaban enormes perspectivas, como extraídas de una película surrealista, en donde se maquilaban ropas y servían como grandes bodegas, dando la impresión de que no existía gente en su interior y sólo algún vehículo de carga aparecía ocasionalmente para romper ese denso ambiente. Pensó pedirle a Lucio que la acompañara pero ya el celo irracional de Mariano había llegado a extremos de delirio. Jamás pensó vivir escenas de telenovela y además ser la protagonista principal. Esa actitud machista que siempre había detestado ahora era parte de su existencia, situación que jamás conoció ya que los hombres de su casa siempre la adoraron y le brindaron su comprensión.

En medio de estas disquisiciones, entró al callejón en donde se colocaban los contenedores de basura, empujando la reja de tela ciclón, la que cedió con un chirrido oxidado. Un gato que dormitaba perezoso entre periódicos viejos saltó frente a ella, asustándola, haciéndole reprimir un grito y obligándole a apresurar el paso. Detrás de unas pilas de cartón, alcanzó a ver a los hombres embozados, los cuales se lanzaron sobre ella, aplicándole una llave china, lo que le produjo de inmediato la anoxia, alcanzando a sentir el hálito a licor de los individuos que entre maldiciones le empezaban a arrancar la ropa, arrojándola hacia una oquedad que daba entrada a un sótano abandonado. En pocos instantes quedó totalmente desnuda y casi conmocionada trató de pedir auxilio, sin conseguir que saliera mas que un estertor de su garganta ya que le habían rodeado el cuello con un cinturón que la inmovilizaba, para finalmente ceder ante los golpes e insultos de sus atacantes. Un inmenso dolor en sus genitales le hizo sentir que tal vez, sus días habían llegado a su fin, perdiendo el sentido y abandonándose a sus captores.

El ruido de las sirenas y las luces rojas y azules que sorpresivamente interrumpieron la actividad del salón de billar, hicieron un silencio helado en el interior. Los altavoces anunciaban el inicio de una redada de rutina en busca de drogas y armas, lo cual distendió el ambiente. Ya se había hecho costumbre la presencia de la policía en el barrio, la que después de confiscar algunas puntas o herramientas que consideraban armas potenciales, se retiraban con caras de fastidio, sin conseguir mas propina que algún cigarrillo o una cerveza que ocultaban entre sus ropas. Lucio, entrenado para ver holísticamente, notó la presencia de agentes especiales infiltrados que procedieron a tomar fotografías digitales y videos de todos los presentes. Con especial cuidado, separaron a los parroquianos, procediendo a interrogarlos e identificarlos exhaustivamente. El joven líder pudo notar cuando los oficiales intercambiaron miradas de inteligencia al intervenirlo, pidiéndole que esperara para hacerle unas preguntas, lo cual le puso sobre alerta, recordándole inevitablemente a Xó ,quien siempre se preocupaba por tener planes de escape para cualquier contingencia.

Pidiendo permiso para ir al sanitario mientras los policías hacían su parte, obtuvo la aprobación del uniformado que dirigía la operación. Ya en el baño, empezó a escudriñar en busca de algún objeto que le permitiera alcanzar la ventana, deteniéndose por la voz paralizante del oficial:

-¿Lucio?...

El olor a humedad era intenso. Los ruidos entremezclados de golpes metálicos con gemidos apagados eran típicos de una casa de seguridad de la policía política. Sin un solo haz de luz se perdía la noción del tiempo y del espacio. Lucio recordó no haber sido maltratado, simplemente el agente especial le inyectó una solución en el brazo y el se desvaneció casi en forma instantánea. Tenía las manos atadas por la espalda y los tobillos de igual manera. Sobre el piso irregular había grandes charcos de agua mezclados con deyecciones corporales lo que creaba un ambiente sobrecogedor. Pronto se dio cuenta que no estaba solo. Con la punta del pie sintió un cuerpo desnudo que yacía inerme junto a el, recorriéndolo, supo que se trataba de una mujer, de Xó, de la mujer que significaba todo para el y que ahora tal vez, tardíamente lo comprendía, esto le produjo una mezcla de sentimientos encontrados. Por una parte, el sentir su respiración le alentaba por que le daba la certeza de que estaba viva. Por otro lado, sabía que algo terrible le habían hecho para encontrarse en esas condiciones. Empezó a escuchar otra respiración que poco a poco se hacía mas intensa y que reconoció como la de Mariano quien tampoco respondía a sus llamados, pero que evidentemente aún vivía, lo que le lleno de ánimo y esperanza.

Una luz cegadora sobre sus ojos abrió lo que serían para Lucio las puertas del infierno. Sacado a rastras fue instalado en un salón especial donde fue colgado con la cabeza hacia el suelo, padeciendo toda clase de salvajes tormentos que buscaban una finalidad; conocer los nombres de personas y lugares que tuvieran relación con el grupo subversivo. Mariano y Xó se habían librado de esta tortura debido a que no habían despertado desde su aprehensión. La una, por el trauma terrible de la violación tumultuaria y el maltrato físico. El otro por la inhalación prolongada de gases anestesian tes, lo que obligó a que les proporcionaran primeros auxilios a fin de evitar su muerte, no tanto por cuestiones humanitarias sino con la idea de obtener información privilegiada de ellos. Lucio cayó en cuenta que sus posibilidades de sobrevivir eran casi nulas y que sus compañeros, sin atención médica especializada e inmediata, podían fallecer en cualquier momento. Así, un hombre íntegro, fiel a sus ideales, luchador incansable por las causas populares, se situaba por azares del destino, en la encrucijada de su historia.

Los camiones militares acecharon a dos cuadras del taller mecánico donde se reunían los jóvenes insurrectos, quienes desatendiendo las indicaciones de seguridad que siempre se les habían recomendado, se habían congregado al saber de la detención de sus dirigentes principales, con la finalidad de planear estrategias para su liberación. El allanamiento fue devastador. Nadie escapó. Al otro día, grupos de padres atribulados iban de comisaría en hospital y cuartel sin encontrar a sus hijos, quienes pasaban a engrosar las listas de desparecidos. Por la televisión se mostraban las piras de libros revolucionarios y las armas que fueron encontradas en el aplastamiento como una justificación y escarmiento para otros rebeldes.

Ya no existe Mariano. Su nombre es Alberto y trabaja como cajero en una sucursal bancaria de una colonia de clase media en una ciudad del interior.

Lucio desapareció para siempre. En la caseta de la autopista Escuinapa-Topolobampo, siempre en el turno de noche, trabaja Marcos, un joven reservado que se la pasa leyendo libros raros y evita las amistades, por lo que sus compañeros lo tienen catalogado como ermitaño y aburrido.

Hoy Xóchitl es dependiente en un Supermercado. Su nombre es Amanda. Vive sola en un cuarto en las goteras de la ciudad. Dice que es huérfana y tiene en su escritorio una fotografía de su padre y dos hermanos que fallecieron hace tiempo. También conserva una postal a colores donde una joven, que parece ser ella, abraza a dos muchachos de pelo largo. Todos ríen con la felicidad que sólo la juventud puede dar.

Texto agregado el 20-07-2005, y leído por 183 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
21-07-2005 solo quien ha estado en esas trincheras alcanza a comprender la dimension de este relato. felicidades por transportarnos a la juventud y al recuerdo. mitadoscura
21-07-2005 solo quien ha estado en esas trincheras alcanza a comprender la dimension de este relato. felicidades por transportarnos a la juventud y al recuerdo. mitadoscura
 
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