La puerta permanece abierta
a Isa
La puerta permanece abierta,
mirando los días que van pasando
en el espejo de todos.
Martha, comienza su día con ese pensamiento, mientras trata de escribir una carta a su amiga que está viviendo en Inglaterra. Se detiene por un instante para percibir de dónde proviene tal constante fragmento, si la había leído en algunos de los libros que permanecen sobre su cama, esperando ser olvidados en un tramo de la biblioteca. Piensa en la visita de algún amigo, sin embargo, no encuentra nada en su pensamiento, así que continúa escribiendo:
Muy querida amiga
Aquí todo parece el espejo del día anterior, siempre hay novedades pero son tan iguales que ya pasan por encima de uno como una visión repetida de una película o un comercial. Con esto no te digo que me estoy aburriendo, sólo que algunos días, dejo de existir para entrar en otro espacio y mirarme atenta, libre de todo juicio externo. Quizás no comprendas, pero algunas veces creo estar haciendo algo bien o estoy abriendo puertas a personas con un futuro muy evidente en las artes, aún así, no duermo, pienso que se elevan sus alas como el mito de Ícaro y pienso que aunque se los diga continúan volando y no me agrada la caída. Entonces, me digo, esa puerta está abierta; claro que sí no faltaba más, para todos no hay nada diferente entre uno y el otro, sólo la reflexión de la bondad del don recibido, bien no me hagas caso, ya sabes que tengo la bendita costumbre de responderme. Por otro lado te cuento, que nada es igual al otro día, ya que hay un nuevo azulejo, ahora me estoy comiendo una arepa más, y todo por saber que existen muchos caminos para dejar una lágrima recostada en la puerta que todos los días miro para saber cuando pasa la luciérnaga de Gerbasi, diciéndome ven conmigo, recorre estos senderos, devuélvele, a la niña su danza en el parque.
Martha, ventila la hoja sobre su escritorio, se va a la sala, comienza con su fascinación desde adentro hacia el cerro del café; siente el hojear de los arbustos en el patio, allí se queda saboreando lo calmado del reflejo de la hoja, hasta que el sonido de la voz del jardinero hace presencia. Sale, lo saluda arrojando un vistazo al patio del frente de la casa, está tan verde, tal alto el monte, que cualquier ser humano lo renovaría con un corte del buen jardinero. Pasan unos segundos antes que Martha le diga, no hoy no, pase el sábado siguiente; el señor le responde, le costará más caro, por el tiempo de lluvia y lo hará crecer mucho más. Martha, sonríe, le expresa, no importa lo bueno es que nunca llegan hasta las ventanas. El jardinero, un poco sorprendido, observa de nuevo el patio sin entender, bueno, entonces pasaré el sábado. Se va por la misma ruta cotidiana buscando el pan diario, en podar el monte de una vecina que vive al doblar la calle, lo más probable es que Mery le diga, por qué tarda tanto no ve que las culebras pueden estar allí escondidas. Martha, permanece un rato en espera del olor a monte mojado, recién cortado, que tanto le gusta y le llega con sabor a santo.
Entra a la casa, toma un cigarro de la caja que está sobre la mesa de la sala, lo enciende con el placer de volver la mirada por la ventana, esta vez desde el sofá, cerca de la puerta de entrada, continua su danza por los verdes empapelados de mariposas entrando por lo ancho preñado de velas, mientras lo nublado se mezcla con la poca luz que subsiste del día. Deja al monte en lugar de cortarlo, piensa, se ríe de si misma, mientras se va con el humo del cigarro, se va hasta tocar el techo de la casa, allí se detiene, se vuelve un círculo y regresa al piso con la ceniza que cae. Cae es la palabra, cae, y vuelve al escritorio.
Querida amiga
Te escribo esta breve carta, ya la que otra, por la lluvia con fuerte viento voló como el dual laberinto del espacio de afuera, escuchando el mediodía en el mecer de la hamaca de la vecina, sé que está allí, frente a su televisor, sabiendo las dos que sólo una pared nos bifurca, igual, compartimos el canto de los pájaros en hileras mojados. En mi casa el monte aún no toca las ventanas, me pierdo en lo que observo hasta el próximo sábado que llega el jardinero. Los hijos están bien, luchando por mantenerse en pie, en su rol de vida. En lo personal te cuento que, estoy escribiendo unos textos breves de tanto mirar la ceniza que cae al suelo. Por eso, amiga, más lágrimas no puede haber sobre este cielo, mientras tengamos un plato de espaguetis que comer, sin salsa, pero así, son más sabrosos. Espero que no lo tomes a mal, yo disfruto todo, no es carencia, es aceptación de vida, es la única puerta por donde veo muy bien ese reflejo de todos. Entretanto caen, caen, traspapelados en nuestro pueblo, y sé que comprendes.
Milagro Haack
Finales de mayo 2005.
Texto Inédito
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