LA PARADOJA II
A veces el llanto que viene de lo más hondo del cuerpo duele como si pariésemos piedras de montaña... cada gota...
Ahí es cuando debemos parirnos una y otra vez aunque realmente ya no deseemos tener vida cada día, sino descansar, desarroparnos y desaparecer...
No sé escuchar,
no sé pedir,
no sé hablar,
no sé amar...
¿cómo se hace?
No sé planear,
no sé parar,
no sé seguir,
no sé ignorar,
no sé esperar...
no sé afirmar...
Ojalá me dieras una oportunidad de aprender, pero sé que es cansador, que es perder el tiempo en estupideces de niña.
¿Pero quién no es niño desde siempre, hasta siempre?
¿Por qué no puedo acercarme, acariciarle todo el alma, robarle mil besos, dejarle cosquillas en la espalda, abrazarle el cuello, y vivir su amor?
¿Por qué no puedo?
¿Por qué imagino su rechazo?
si nunca me rechazó... nunca dejó de abrazarme... nunca dejó de besarme... nunca dejó de intentar...
Cierro los ojos, los aprieto con desgano,
y de cansancio lentamente voy cediendo a encontrar la paz, el silencio, la soledad por elección, la soledad por necesidad...
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