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Te envidio.

¿Sabes por que te seguí? Tal vez suene ilógico o tonto. Lo más probable es que ya lo hayas escuchado antes. Te envidio. Tienes un rostro muy bello. Quizás estés pálido, pero tienes una belleza impresionante. Me gustaría tocarte y besar tus labios. Pero temo que no podré. Sabes, estuve casada hace tiempo, pero mi esposo murió y jamás desaparece de mi mente.

¿No te disgusta la sangre en tus labios? Tu presencia ya no me aterra. Además, ya me acostumbré a esta oscuridad. ¿Pero por que siempre vienes a este sitio? Todas las noches enfrente de esta iglesia y jamás entras. Tal vez siempre tienes aquel cigarro prendido en la boca para recordar el calor o ¿me equivoco? Lo sé, Londres siempre ha sido frío y más en esta época. Creo que estoy harta de este silencio. ¿No lo esta tú? A mi me gusta ir a fiestas todas las noches. Y no pienses mal, ya que nunca me quedo con hombres después de las doce. Siempre desaparecen frente a mis ojos.

¿Sigues con frío? Déjame taparte. Hace tiempo que el frío ya dejó de disgustarme. Tal vez sea como hielo. No siento las emociones. Ni siquiera tenerte aquí tumbado en el suelo con la boca llena de sangre me avergüenza. ¿Por qué te digo esto?, ya te lo dije, por que te envidio. Pero no te preocupes el dolor en tu garganta será relativo. ¿Desearías vivir verdad? Eso es siempre lo que escucho de los hombres a los que trato. Pero solo existen dos salidas, morir o vivir eternamente. ¿Tú que deseas viejo amigo?....Inmortalidad. Vaya, creen es fácil vivir como lo que he de hacer, ¿no es así? Ustedes los hombres no saben nada. Un día tuve que matar a un niño. El pequeño no dejaba moverse. Tuve que apretarle el cuello. Pero seguía vivo y su maldito llanto me desesperaba. Tuve que rasgar su piel. Pero el seguía gritando. Y aunque su sabor era exquisito, el poco remordimiento que me quedaba, me lastimaba. Pero mis oídos se ensordecían y mordía sus huesos. Él seguía gritando y por primera vez, comí carne humana.

Tal vez te haya aturdido con esto, pero necesitaba hablar con alguien. Lo sé, pude haber ido con cualquier vampiro, pero ya casi no existen. Todos han desaparecido.
¡Mira! Es el sol. Vaya no recordaba su belleza. Es inmenso y ardiente. Pero me arde mi cuerpo. Un momento... puedo sentir. ¡Puedo sentir! Que maravilloso. Los vitrales...debo entrar a la iglesia y admirar el sol a través de los vitrales.

No puedo respirar con este repugnante olor a santos. Hace mucho tiempo que no sentía el dolor. Y los vitrales, los increíbles y maravillosos vitrales. Los ángeles parecen resucitar de sus colores transparentes.

Que maravilla. Mi mano aparece sin carne y quemada. Me asusto por que mi cabello se va deshaciendo...El miedo, mi miedo. Y la felicidad, la maravillosa intensidad de recordar mi mortalidad. Si estuviera otra vez con Edward. Lo amaría y me desvanecería en sus brazos mientras el monje grita aterrado.

No veo, solo siento. Mis ojos se han esfumado. Pero el agua bendita que cae sobre mi rostro me irrita. Aún peor que el mismo fuego. Al parecer ya no estaré sola más. La muerte me sonríe y le tomo la mano para descansar. Su fría y muerta mano para descansar.
Y aunque tu último suspiro sea por morir...sigo envidiándote viejo amigo. Mi viejo compañero y vecino.

Texto agregado el 19-07-2005, y leído por 134 visitantes. (2 votos)


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