El estruendo del metal chocando contra el piso, exigió voltear mi cabeza y encoger los hombros; la gente comenzó a reunirse alrededor del aparatoso accidente, corrí nerviosa hacia ese lugar, la escena era asquerosa: un charco de sangre debajo del asiento de una bicicleta alcanzaba a tocar una bocina aboyada por el golpe, víceras regadas como confeti en una fiesta para la revista Alarma, un cordón de tripas enredadas en el cuadro del vehículo, carne, roja, fresca y gruesa alcanzaba un estéreo viejo, debajo del brazo de uno de los hombres, un corazón gigante y sin vida se asomaba haciendo juego con el oscuro color del hígado azul. Los chiquillos asomándose entre las faldas de las gordas vecinas que horrorizadas por aquel espectáculo enviaban a los hijos a sus casas y con las manos en la boca veían como los hombres trataban de incorporarse… Mis ojos recorrían la escena y en mi mente sólo un pensamiento divagaba… “¿cómo pudo pasar esto?”…. como un flash back, casi de película, reconstruí la historia: hacía tres minutos que Don Manuel había salido en su bicicleta, pasó por el portal de Rosita y dos segundos más tarde, el horror en la esquina… ¡pobre carnicero enamorado!, se estrelló con el cholo del Lucas que llevaba su grabadora, y toda su mercancía se regó en el pavimento.