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EL REY PUESTO.



Roberto de Los Ángeles del Sagrado Corazón, “El Pela´o,” era el segundo hijo de Doña Margarita de las Mercedes y de Don Manuel del Carmen, el albañil especialista en yeso que junto a su numerosa familia, excluyendo a El Pela´o, habitaban la pieza grande del lado oriente del Conventillo. La habitación no era más que un rectángulo donde se organizaba una mesa y seis sillas, presididas por un cuadro de madera barnizado de color caoba, donde se retrataban juntitos, retocados a mano y, relamidas sus peinadas, vistiendo unos trajes de organza y smoking, que nunca conocieron los jefes de hogar. El ambiente se dividía con una sabana blanca colgada de un alambre inoxidable de lo que a continuación pasaba a ser los dormitorios, donde estaban perfectamente alineadas, con las cabeceras hacia el poniente, seis camas con sus respectivos veladores y todas separadas en ambientes individuales de la misma forma que el comedor, con sábanas colgando de alambres que atraviesan la pieza de lado a lado. La última de éstas, perteneció al Pela´o Roberto, hasta su regreso del Servicio Militar, cuando nadie pudo quitarle la costumbre de tomar y se convirtió en un borracho empedernido, donde no pasaba un solo día de la semana que lograra mantenerse sobrio, más allá de las diez de la mañana.
La primera pieza, al costado poniente de la entrada principal al conventillo, con baño, cocina y, puerta a la calle, la arrendaba la señora Anita, quien había habilitado allí un negocio con patente de Restaurante, pero su principal objetivo no era otro que la venta del bigoteado en caña y, aquí era donde el Pela´o, desayunaba diariamente su correspondiente caña de medio litro de tinto con harina de trigo tostado.
El cumplimiento de su Servicio Militar Obligatorio (S.M.O.) no fue para la vida del Pela´o, un acontecer positivo. Las nuevas amistades que hizo allí, lo condujeron por un camino que lo alejó diametralmente de los sueños de su padre, el albañil, que pese a los esfuerzos, no logró conducir a su hijo por el derrotero deseado.
El Pela´o, tenía altibajos en su vivir, a veces pasaba el día a medio filo sacando una horneada muy temprano, cuando a media mañana, ya no era capaz de sostener su
cuerpo y lo dejaba caer en cualquier rincón de las salientes de las casas, en plena calle,
precisamente allí, donde otros borrachos y lo chiquillos del barrio desaguaban su cuerpo urgente, cuyos orines hacía fermentar el sol del medio día, expeliendo un olor fuerte que el Pela´o parecía no percibir. Cuando se encontraba en mejores condiciones, su madre, la dolida Doña Margarita, le dejaba restos de comidas sobre el banco carpintero, debajo del cual, envuelto en unas frazadas y ponchos viejos, El Pela´o usaba de dormitorio, pero, cuando éste perdía totalmente los sentidos, aburrida Doña Margarita, con el pecho acongojado de madre, botaba los restos de comida y fregaba las ollas en el lavadero, aparentando no acordarse de su hijo, entonces el Pela´o despertaba con un apetito de león enjaulado y no encontrando nada sobre el banco, salía a recorrer la casas del barrio, golpeando puertas y pidiendo algunas sobritas para matar el hambre. Cuando este frecuente acontecer le ocurría al Pela´o Roberto, olvidaba también, totalmente su cuerpo y pasaban semanas completas sin lavarse ni afeitarse y sus ropas revolcadas por dormir en el suelo, rotas por más de un encuentro con alguien que no le cayó bien, le daban el aspecto de pordiosero, a lo que el Pela´o, le sacaba buen partido. curvando la espalda , inclinando la cabeza hacia el suelo y mirando por sobre las cejas, aparentando humildad.
Doña Toya, la viuda del comerciante Giuliano Aracelli, se quedó observándolo después de vaciarle un resto de comida, sobrante del almuerzo, en un plato de vianda vieja que El Pela´o, portaba para recibir las donaciones. Allí mismo se sentó en la vereda y dándole la espalda, comenzó a tragarse la carbonada con la ansiedad que le proporcionaba los tres días sin probar bocado. A Doña Toya, le recordó su difunto esposo, amante de la buena mesa, quien sufría de ansiedad y cada vez que empezaba a comer lo hacía de una manera desesperante, totalmente descontrolado y no paraba hasta acabar con todo lo que ella había preparado, por esa razón se acostumbró a cocinar en ollas grandes y hacer comida en abundancia, por lo que ahora que vivía sola, no podía controlarse y siempre tenía algo para repartir o regalar a alguien quien lo necesitara. Cuando el pordiosero terminó, recién giró la cabeza y pudo comprobar que Doña Toya, estaba allí, parada en la puerta de la reja, observándole con un angelical rostro de ternura, obligándole a bajar la vista y adoptar una lastimera actitud de humildad.
-¿Se sirve otro poco?. Le consultó la mujer. El, asiente humilde y sin pronunciar palabra estira el brazo ofreciéndole el plato.
Mientras calentaba otro tanto del resto de comida, Doña Toya, pensó que este hombre no merecía ser tratado como un animal, no tenía porqué comer en trastos viejos ni en la calle, puso el plato de vianda vieja en el lavaplatos y tomó de la alacena un plato de loza hondo con dibujos de colores, que formaba parte del último juego de vajilla importada que le regalara el difunto en su, también, último cumpleaños y vació allí todo el resto de comida que le quedaba. Con el plato vagueante, se asomó a la
puerta.
-Aquí tiene. Pero ahora, como un buen caballero, se lo va a servir en plato y bien caliente. Mientras El Pela´o, se acerca para recibir la ofrenda, ella abre con el brazo, hasta atrás la puerta y retrocede para instalar el plato en la mesa del comedor. - Y en mesa, como un ca- ba- lle- ro. Agregó. El hombre se detuvo, como desconfiando de la invitación creyendo que ésta sería una especie de burla.
-Pase, siéntese y sírvase tranquilo. Dijo ella, tomándolo del brazo, invitándolo a pasar. Sentado en la mesa, con la cabeza embutida entre los hombros, El Pela´o, miraba por entre las cejas, el ambiente de la casa y por el rabo del ojo a la mujer, que le arrimaba la panera repleta de panes. Del mueble de cocina, sacó ella, una botella de vino que puso también frente al hombre, con una copa de cristal de tallo verde, donde el vino rosado se veía sabrosamente traslúcido. Doña Toya, se imaginó sirviéndole a su glotonesco marido y se transformó repentinamente en una dinámica esposa, deshaciéndose en atenciones para agradar a su consorte .
Desde la muerte de su marido, hacía ya cuatro años, que a la casa de doña Toya, no había entrado hombre alguno y, repentinamente ahora sintió una sensación rara, algo especial le estaba pasando, primero apreció que ese vagabundo comía con la misma ansiedad de su difunto esposo y, un extraño impulso la había llevado a sentarlo en la mesa, justo allí donde siempre se sentó el comerciante y ahora encontraba que las espaldas de ese hombre deberían tener la misma talla del occiso y ese traje gris que estaba apolillándose en el ropero tendría un final más noble si se lo pusiera, en reemplazo de los roídos trapos que vestía. Llenándole nuevamente la copa de rossé, que suena cristalino y sabroso a los oídos del Pela´o Roberto, doña Toya, le consulta.
- ¿Usted me aceptaría un regalo? Y sin esperar respuesta continúa. – Espéreme aquí, no se vaya, ya vuelvo.
- Mire. Le dijo, mostrándole el terno gris con que su marido asistía a las reuniones de la Cámara de Comercio, elegantemente planchado, pendiente de un colgador de gancho donde había reposado por mas de cuatro años, descansando en el ropero. – Le va a quedar bien. Afirmó ella. – Usted tiene el mismo cuerpo de mi marido. Le aseguro que se va a ver elegantísimo. Sin decir palabra Roberto de los Angeles, la miraba de medio lado, encogiendo el cuello sobre su hombro izquierdo, con desconfianza, blanqueando los ojos, mirando alternativamente la botella, donde aún debería quedar como una copa de rossé, y por esa copa, que al paladar del Pela´o, resultaba un manjar, estaba dispuesto a prestarse para cualquier cosa.
- A ver. – Dijo ella, tomándole de los hombros y haciéndole girar su cuerpo de manera que este quedara frente suyo, mostrándole la oquedad violácea de su boca pestilente, expeliendo un fétido hálito etílico, para comenzar a retirarle ese chaquetón mugriento y rugoso. - Sáquese esta chaqueta vieja. Con la nueva, le seguro que lo van a confundir con un gerente de banco. Roberto, con lo ojos abiertos, parece mirar y no ver, fijas sus pupilas en la nada, respira profundo, resollando el aire por las narices, cual semental sediento antes de la cruza. Doña Toya, tira el trozo de trapos viejos en el rincón detrás de la puerta y toma la botella de vino por el gollete, vertiéndola en la copa que ofrece al Pela´o, que la levanta empinándosela como el cáliz obispal. Ella, escurre sus manos sobre la camisa palpando el cuerpo robusto del hombre más joven, sus ojos bailan y la tez antes rugosa, se torna de pronto tersa y brillosa, como si algunos años se hubiesen extraviado en el vacío emocional haciendo complicidad con la aparición repentina del lívido perdido. - Esta camisa sucia no vendría bien con el traje nuevo. Asegura ella, iniciando un cuidadoso y acompasado desabrochar de botones, mientras su rostro de sonrisa cómplice, muestra un jubilo anhelante al ver escaparse urgentes los bellos del tórax. Sin pronunciar palabra, con el torso desnudo, Roberto mira el suelo y la botella vacía tirada sobre la alfombra. Doña Toya, corre a la alacena y regresa descorchado una nueva botella, ahora un Cabernet Souvignon, que seguramente nunca antes había probado el Pela´o, experto en pipeño y bigoteado en caña, que por las mañanas engruesaba con un poco de harina de trigo tostado, en el bar de Doña Anita,
El Pela´o, debajo de esa barba tupida de varios días, tiene las mejillas morenas y los cachetes inflados, sus patillas no pintan todavía ninguna cana y ausentes están las arrugas en su frente y en el rabo de los ojos, por lo que su ancianidad no es más que una simulación inspiradora de lastima en su acto de pordiosero, en gira teatral por las calles del barrio.
- ¿Te quieres bañar? Le consultó ella, como haciéndole una proposición maliciosa. Con una sonrisa cómplice en su rostro, transformado de niña, de ojos alegres y pupilas bailarinas, a los que ningún hombre se podría negar. – Ven. Le dijo, tirándolo de una mano, sin soltar de la otra la botella descorchada, conduciéndolo al baño.
Junto a la tina Doña Toya, se empina la botella y bebe un sorbo que baja cantando por su garganta y se la entrega a Pacífico, que parado con la vista fija en el espejo, permanece inmovilizado, estoico, mudo, con la vista fija en el espejo. El agua que comienza a caer desde la regadera emite un ruido claro, mientras ella le toma de los hombros y mordiéndose las labios, con los ojos cerrados, comienza a escurrir sus dedos por el torso desnudo, cubierto de bellos transpirados, llevando su imaginación quien sabe a que recuerdo o fantasía soñada, transformándola en hembra urgente para soltar la hebilla del cinturón, desabrochar el botón de la pretina y bajar la bragueta del pantalón que comienza a deslizar suavemente hasta los pies del Pela´o, y desvestirlo completamente, quedando de rodillas con los ojos frente un sexo desestimulado y diminuto que semeja un fruto de maní, de cascara pálida y rugosa. No obstante el libido ardiente apura a la mujer, secándole los labios, que humedece con su lengua sedienta, que sale de una boca llena de sonrisa, que confabula el deseo con uno ojos inquietos y chispeantes, a la vez que el agua cambia su melodía al rebalsarse por sobre los bordes de la tina de baño, con los desagües tapados, amenazando una inundación, obligándola a meter rápidamente la mano para sacar el tapón del costado, mojándose la manga de la blusa.
- Ya. Dijo ella.- Me mojé toda. Me tengo que sacar la blusa. Aunque no quiera. Comenzando a desabrocharse, descubriendo la parte superior del sostén, por donde se asoman fulgorosos sus pechos realzados por la presión inferior del sostén que los infla como globos a punto de reventarse. La blusa desaparece en un rincón debajo del lavamanos y Doña Toya induce a Roberto a introducirse en la tina, él accede en silencio, se deja llevar, se deja querer, por un vaso de vino puede permitir cualquier cosa, inclusive, la proeza de bañarse.
Los dedos de Doña Toya, se deslizaron suavemente distribuyendo el jabón por el cuerpo del hombre, descubriendo con detalles cada forma del cuerpo, dimensionando con admiración el ancho de sus hombros, la dureza de los viceps el contorno de cintura , la firmeza de los muslos, la rigidez de los glúteos y hasta, con los ojos cerrados, pudo apreciar la firmeza e imaginar el llenado del escroto, cuyo tacto disimulado en caricia, transformó en un cúmulo de sensaciones que recorrieron enteramente su cuerpo y que su sangre caliente, llevó hasta su propio sexo, obligándola a juntar los muslos, sin cerciorarse como las burbujas de champoo, jabón y el agua, habían salpicado el corpiño hasta mojarle completa la copa derecha, lo que indujo a doña Toya, a sacárselo y quedar a torso desnudo, dejando libremente ante los ojos del Pela´o, sus dos medianamente caídos pechos, que el pela´o vio con asombro, su condición de paria no le había dado muchas oportunidades de apreciar y disfrutar semejante imagen, la única, que con frecuencia traía a su memoria, era la de su hermana Herminia, cuya silueta disfrutaba en la sombra proyectada en las sabanas que dividían las camas, cuando esta se cambiaba de ropas o se desvestía, por las noches, silueta de mujer, causante de sus primeras masturbaciones. Y este recuerdo llevó al Pela´o, a deslizar suavemente sus manos por el cuerpo de doña Toya, que terminó convertida en un pez, desnuda completa metida en la tina junto al Pelaó, chapoteando el desenfreno de sus deseos.
El traje gris, del occiso comerciante, le quedó al Pela´o, como si el sastre italiano, hubiese sabido su talla y como si la casa de doña Toya hubiese sido la legendaria “Pensión Soto”, el Pela´o se quedó allí, como rey puesto, al rey muerto.

Texto agregado el 19-07-2005, y leído por 233 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
20-07-2005 Excelente historia, bien narrada y entretenida de principio a fin. Felicitaciones y van mis 5* jorval
20-07-2005 Es un muy buen relato,creo que tiene un buen lenguaje, fina redacción y llega. Saludos. meci
19-07-2005 muy bueno!! Lo de largo es para los vagos que no gustan de leer. te felicito y dejo mis 5 estrellas, es muy bueno.- JuanitaR
19-07-2005 bastante largo, pero valio la pena, exelente. rumpelstinsky
19-07-2005 Maravilloso rondare su pasillo nuevamente, mis ***** lluvia59
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