Creo que por fin me la estaba sacando de la cabeza. Tal vez lo único que necesitaba era darme cuenta que no era para mí; o mejor dicho, que yo no era para ella. Pero igual algo no dejaba. Me preguntaba si era el hecho de ser la primera mujer que me hacía sentir esto y que decidir sacármela así, era faltarle el respeto a mis sentimientos, o el miedo de no encontrar otra mujer como ella.

En fin, duré casi hasta el amanecer divagando y buscando soluciones no dolientes y más bien confortables que me dejaran concluir el sueño. Hasta que la voz dulce y las caricias húmedas de Liliana me despertaron. Y me di cuenta que estaba soñando, o no sé si teniendo una pesadilla; recordando mis días de juventud cuando pensaba esto de ella, de mi gran amor, que ahora estaba despertándome para decirme que me amaba.