El silencio deja de ser una respuesta del rosal cuando la rama se quiebra en un ruido seco,abatida por el viento cae contra el muro y rebota encima del macizo de violetas.
Dos rosas apoyan sus párpados goteando bruma sobre las motas perfumadas que yacen escondidas entre piedras y sombras.la tarde saliva desde las nubes y las rosas caidas se ven expuestas,cada vez más diminutas.Parecen dos fantasmas que lloran hacia adentro y sin embargo sus tallos están armados de tantas espinas que todos las miran con estudiado temor.No existe quien se atreva a levantarlas.¿Cuando viene el jardinero?-mañana,mañana...
Tanto tiempo ha transcurrido y el enorme rosal jamás ha notado que ese pequeño montículo debajo de él se estaba agrandando, su aroma dulce y penetrante se paseaba entre las piedras,y de noche el fuego de las luciérnagas jugaban a ser estrellas terrenas.Tampoco se enteró de que un pequeño manto,se unía con las hojas más bajas de su tronco y casi eran una sola cosa allí mezclándose.Parecía como si las violetas hubiesen aprendido a trepar y las rosas a hacerse rastreras.
Se hace de noche.La oscuridad ocupa un lugar concreto.esa certeza de no ser nadie en las sombras,da alas invisibles.Están impunes,sin vigilancia,sin violaciones:El perfume vaga por el parque que en silencio aguarda los finales repetidos.
La vara de rosas está muriendo como un pájaro de alas rotasEs el riesgo de morir y vivir a cada instante.Los abarrotados párpados un poco marchitos,se van con sus espinas quietas.un viento helado abre las ventanas y por ellas entran planeando algunas hojas desprendidas de la hiedra.
Se percibe una ácida fragancia.Debajo del abundante rosal las dos flores caídas muestran un tono de ausencia definitiva.Los pétalos se dispersan sobre las violetas,en un dulce abrazo.