Todo ocurre en un segundo



El dedo hiende esa piel cuando te robo los suspiros de a uno y sin que te des cuenta .Del hombro al codo hay un paso y la flexión del brazo hace brotar una flor.
Clavo los esmaltes allí y exploto en racimos de poros. Dos ojos a la altura del mentón evitan la boca por demás roja. No me importa si me hace desearla descaradamente.
En el valle de las manzanas de oro, las Ninfas se entregan desfloradas al viento azul que las abraza indecentemente. Ellas no lloran, cantan como cebras desbocadas.
Eusebia aplasta su muslo medio depilado por la fricción y el otro sobre la sábana ya volátil y la noche se hace mil y ninguna.
Las uvas escondidas en el ombligo vibran al compás de la voracidad del Cíclope amando Amalia.
Con una mano expulsada del borde de la cama, mete el dedo en el zapato, haciendo movimientos circulares dentro de la cavidad. Ignora que el sudor le perfuma el lecho.
Las pestañas cruzadas como los dientes de una peineta española roban la poca mirada de la escena. No está a la altura de los ojos.
El encaje cubriéndole la cabeza la santifica en el pecado. Ella la peor de todas.
Esclavizada a la carne trémula escucha llorar al chelo esa dulzura de limón amarillo.

-Maté por esos labios- le dijo al prefecto mientras la conducía con las manos esposadas a través del pasillo de la comisaría.
Amalia no volvería jamás con su marido.