Mi manos libidinosas levantaron faldas.
Viajaron por países con fronteras estrictas.
La geografía del encanto,
la pasión,
se alzó por las regiones donde indagué el sexo.
La humedad de una lluvia silenciosa
condujo los movimientos por pasillos estrechos.
Y llegué donde quería: donde no me dejaban.
Pero los viajes se hacen de a dos
o no son viajes.

Para que mis manos desabrochen un soutien,
indiscutiblemente
tiene que haber un pecho.
Arrastrando mi caballo de fuego
revise las zonas que no tienen nombre.
Y las bauticé.
Y las bautizamos,
porque los viajes
se hacen de a dos
o no se hacen.

II
Para todos el inicio es una mirada
que bien se viste de las ropas
del encanto.
Sin un si.
Sin un supuesto no, todo comienza.
Palabras y palabras dan la vuelta
aromando el paisaje.
Tratamos de definir el paraíso,
le ponemos nombre al infierno.
Y para no fallar en el intento
nos compramos un kilo de manzanas deliciosas.
Cuando nos despojamos del amor y sus imágenes
la metáfora se reduce a la conversación
de dos cuerpos
recién por conocerse.
Y las presentaciones
quedan disueltas como las ropas.
Allí comienza el amor con piel,
con recorridos, con venturas
y descubrimientos.
Lo precedido son las maletas de nuestro viaje
que ni bien llegamos a destino
furtivamente desarmamos.

III
Lo restante es compañerismo,
Aceptarse,
Gustar de un semejante o de una planta.
Saber apreciar del paisaje
sus colores más vivos.
Pero necesitamos todo,
todo,
para saber que es amor.
Si se nos presentan algunas dudas,
buscamos en volúmenes definiciones
exactas.
Así nos vamos conformando,
Hasta darnos cuenta,
en una cama,
que todavía
están las maletas
por dasarmar