A través de un beso





Cuando apoyé los labios entré en ese beso.
Una grieta se abrió, caminando la fibra iba expandiendo las células y cada uno de los tejidos. Los pliegues dispuestos de a miles se me pegaban al cuerpo como tentáculos y esos hilitos rojos, torrentes minúsculos evaporándose con el calor corporal me llevaron a un cruce: dos direcciones y una duda lacerante. En la decisión opté tomar por la izquierda cuando llamaradas gélidas marcaban el norte de aquel Hades. Subterráneos, deseos y lisonjas y manos compulsivas no dejaban de tocarme. Sin paz alguna ya estaba entregado al destino, desgajándome en la separación de las partes. Inevitable. Irrefutable. Estaba dentro tuyo.
El placer, mi perdición a perpetuidad, era una especie de confusión entre el olor del hachís y un perfume impregnado de nardos, mezclados ambos en cantidades obsesivamente iguales que flotaban en la atmósfera turbia.

Despierto ahora, tengo los ojos pegados a la mano y entre el dedo mayor y el anular, encajada la lengua. Soy un beso miserable y pordiosero…el mejor de los besos del universo.