Siete Vidas
Corría el mes de Enero y yo como siempre deambulaba por ahí, entre la cocina y el basurero, buscando algún salmón o pollo para comer, el garzón siempre me daba una ración apetitosa, las tiraba en un rincón de la cocina y yo me servía gustoso, mi nombre era Siete Vidas y vivía en un restorán, no de cinco estrellas, sino solo de tres, razón por la que podía vivir libremente y sin muchos reclamos, jugaba a ser el amo y señor, de los gatos del callejón, hasta que cierto día llegó Stéfano un hombre de espaldas anchas y barbudo, el sería el nuevo dueño del local, junto a él llegaron unos gatos revoltosos y malandrines, cada vez que los veía armábamos una brisca en la cocina, que terminaron echándome del lugar.Hoy vivo en el callejón, cada tarde acudo a los basureros para comer, el menú para hoy, alas de pollo con el resto de papas del estofado, el cocinero, un tipo gordo siempre desperdicia estas partes del pollo, por que según dice, son muy delgadas, pero yo salgo ganando, para mi todo es un banquete, luego de tan sabroso almuerzo, me estiro entre las cajas y me desperezo, aprovechando la luz del sol para dormir.
¿Qué sucede, escucho, el ir y venir de carros rojos y unos hombres vestidos del mismo color corren llevando mangueras y mascarillas, corro sigiloso y me percato que es mi antiguo hogar, está cubierto de llamas, siento el llanto de un pequeño gatito, debo rescatarlo pienso y me sumerjo entre ese calor y el fuego quemante, traspaso los umbrales, un pequeño gatito trata de escapar, salto sobre él para protegerlo de un trozo en llamas que cae, lo agarro con mi boca y salgo. El gatito pudo salvarse, pero el fuego fue más atrevido y atrapándome con su mano mortal, me ha cubierto de carbón, ahora soy un gato carbonizado, sin embargo, han de saber que le hago honor a mi nombre y aunque muera mil veces, aún sigo aquí vivito y coleando como dice el dicho.
Fin.
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