“Aquí hemos hecho todo lo posible”... - me iba diciendo mi suegro cuando salimos de la habitación; "nunca vi una cosa igual; para no entrar en términos médicos: el problema es que se está transformando, aunque todavía no sabemos en qué. Hazte una idea de que es como una masa informe de piel rellena de algo parecido a lo que fue su carne... Imagínate; no puedo entender como su corazón sigue latiendo; no hay nada que sustente su cuerpo; sus huesos han ido desapareciendo, es como si se hubieran disuelto...sus órganos se amontonan unos sobre otros y siguen vivos aunque ya no cumplen ninguna función, no sé cuanto puede durar así, ha sido una mujer muy fuerte..., puede ser muy largo."
De todas formas, creo que estará mejor en casa; en la clínica la gente hace demasiadas preguntas, cualquier día se presenta por aquí un periodista y la liamos, creo que hemos tomado la decisión adecuada; te imaginas sus fotos saliendo en las revistas?, o siendo estudiada por un comité científico?...
Mientras lo veía alejarse no podía dar crédito a lo que había escuchado, a sus palabras; Su hija yacía allí al lado, aquejada de una rara enfermedad y el solo pensaba en mantener el secreto…, aunque quizás tuviese razón, no teníamos ni idea de los sufrimientos que aun deberíamos pasar; los tres.
Antes de desaparecer por el final del pasillo me volvió a decir: “créeme, es lo mejor, esto no tiene arreglo; todos los colegas con los que consulto me dicen que no tiene explicación. Si no queremos que se convierta en una atracción de feria, es mejor así; ya no podemos hacer nada mas por ella".
Durante varios meses mi suegro fue siguiendo a diario la evolución de la ¿enfermedad? de Marta. Según decía, todo su organismo se había ido degradando hasta dar lugar a un ente metabólico que se estaba adaptando a su nueva condición; indudablemente seguía respirando pero lo hacía a través de aquella membrana pringosa que había desarrollado y que ni remotamente recordaba a su piel dorada de antaño.
Al principio, aunque parezca horrible, intentaba dormir con ella; parecía mas tranquila si lo hacía; pero realmente llegó un momento en el que no pude aguantar la repugnancia que me provocaba su sola visión. A pesar de sentirme culpable; el hecho de que lo que antes había sido un hermoso cuerpo, acabara siempre, pese a mis esfuerzos desparramado por el suelo me hicieron decidir que la cama sería para mi y el suelo para ella.
Poco tiempo después, me di cuenta de que ella prefería el suelo, de hecho empezó a desplazarse por si misma por la habitación; primero pesadamente, luego... y a medida que seguía transformándose; se movía por el piso de toda la casa con suma facilidad. No tenía que abrir las puertas pues pasaba aplastándose por debajo, tan solo hube de sellar bien la que daba al jardín.
Habían desaparecido sus hermosos ojos, su boca… no obstante se alimentaba; lo descubrimos poco tiempo después de que desaparecieran el perro y dos viejos gatos persas que teníamos desde hacía años; no le hacía ascos a nada; aunque seguía prefiriendo la carne al pescado si se le daba a elegir, pero ahora le gustaba menos hecha. Mirarla mientras comía, aunque me lo imagine, es algo que nunca hice; ella también se mostraba reacia a hacerlo en mi presencia y esperaba a que saliera de la habitación donde se encontrara para dar cuenta de grandes trozos de carne apenas asada.
Su capacidad mental, al contrario que su físico, parecía intacta: se acercaba al teléfono cuando sonaba... no me pregunten como lo hacía pero veía la televisión, se colocaba delante de ella e iba cambiando de canal hasta encontrar algún documental de su agrado. También pasaba horas escuchando música rara, la misma que escuchaba antes, sobre todo cuando hacía sus sesiones de yoga. A veces, si no la mirabas, parecía que nada había cambiado en casa, si no la mirabas ni a ella ni a los mandos a distancia, que quedaban algo babosos cuando ella los utilizaba. De una forma u otra, conseguía hacerse entender cuando deseaba algo; aunque llegó a adquirir tal autonomía, que aparte de prepararle la comida, podía hacer poco más por ella.
Algún tiempo después sus costumbres cambiaron radicalmente, no permanecía quieta ni un segundo, recorría toda la casa agitando aquella especie de cerdas que le habían crecido alrededor del cuerpo y que hacían un ruido incesante; no se distraía con nada, se arrastraba estirándose y encogiéndose como buscando una salida, pasillo abajo y pasillo arriba; depositaba aquella especie de excreciones anaranjadas donde mejor le venía....y solo permanecía tranquila en la bañera; el agua parecía ahora su medio ideal, pero mi suegro no estaba seguro de la reacción que aquellas inmersiones le podrían provocar así que procuraba que sus baños fuesen lo mas cortos posibles; ella protestaba frotando sus flagelos cada vez que la sacaba de la bañera, así que los baños eran cada vez mas frecuentes, hasta que al final, los últimos días apenas si salía del baño, pasaba los días entre el lavabo y el retrete, temblando y mirando con avidez a la bañera, aunque no sé con qué miraba, pero sé que miraba.
Estoy seguro de que ella sabía lo que yo estaba haciendo mientras la depositaba en la bañera por enésima vez aquel día; estoy convencido de que estará agradecida y que de haberlo podido hacer, me hubiese esbozado su mejor sonrisa mientras desaparecía deslizándose silenciosa, una vez que hube quitado el tapón del desagüe.
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