Y sigo aquí, tendido sobre mi lecho, atrapado entre las sábanas, cubierto por flores secas que aromatizan mi sufrimiento; Descansando al fin en paz, aunque el sol me quema por las mañanas, y el frío me congela por las tardes; Altas dosis de morfina, intentaron anestesiar mis heridas, pero ni la más grande vacuna pudo sanar el profundo dolor que sentía mi corazón.
Texto agregado el 16-07-2005, y leído por 189 visitantes. (1 voto)