I
Boreas y Céfiro fueron desencadenados por Eolo para tu cuerpo acariciar, pero Febo les disputa el privilegio y te envuelve con sus refulgencias; así, mientras éste imprime su huella de bronce sobre tu delicada piel, aquellos intentan apaciguar con su rebufo esa cálida sensación que aletargada te regocija. Y yo, que observo la escena, me regodeo con tan peculiar contienda y saboreo la majeza de tus formas, escultural Atenea.

II
Entre alba espuma de la mar, sensual emerges cual capullo a la vida; de bronce tu piel, diminuta de talle, lujuriantes pechos... ¡oh! estoy perdiendo la razón... Tu mirar, tu porte, tu belleza, al mar opacas manjar de fina textura.

III
El oceano se descargó de su mayor riqueza y a nimio mundo te envió a ofuscar con tu belleza; entre madréporas y estrellas de mar brotaste del abismo inmenso de Poseidón. Tendida sobre blanca y fina arena, a espléndido sol opacaste y la envidia del firmamento suscitaste.

IV
Atraido por tu canto me hallo ante ti, delicada sirena radiante de amor; el bronce curvado de tu talle evoca en mi percepción las más lujuriosas fantasías; nado en un mar de éxtasis y jugueteo entre olas de placer, bañados nuestros cuerpos por cálida luminosidad que al mismísimo Nirvana nos trasiega. Sirena mía, que tu canto no se apague... que siga por la eternidad ¡que mi delirio permanezca!


Cancún, México.