Para el hombre, igual sea niño, joven o viejo,
Inteligente o zafio, culto o cerril, bueno o malo,
Existe una gran distinción, que actúa sobre su ser
Entre Mujer y La mujer, según sea ésta la que es.
La mujer, es ese ser entrañable que te dio el ser,
La hermana a quién quieres y procuras proteger,
La novia que compendia la belleza y el querer,
Cualquier de esas mujeres que tratas y respetas.
En fin, la mujer es, lo mejor que Dios supo hacer,
Para el hombre no es lo mismo La mujer que Mujer.
No bien el niño cumple ocho o nueve años, descubre
Que cuando pasa Mujer, aquella cosita diminuta
Que si la miras apenas la ves, se levanta erguida
Procurándole gran placer con tan solo toquetear.
Y cuando llega a la pubertad, se siente infeliz,
Porque se hacen irresistibles las ansias de Mujer
Sin que las logre saciar, y tan solo logra mitigar
Acogiéndose al torpe consuelo de masturbar.
Cuando pasa de la pubertad, sufre el hombre
La desazón, el martirio y la obsesión, de desear,
Sin cesar, Mujer que calme sus constantes deseos
De fornicar, sin que le duela el regalar o pagar
Aún a costa de ver mermar su peculio familiar.
Y es que para el hombre Mujer, solo Mujer,
Es un ser que no precisa sentimientos, razonar,
Pensar, ni tan siquiera tener alma o corazón,
Basta con que tenga curvas, entrantes y salientes,
Cuerpo y carne, y sea compendio de sexualidad.
Es triste, muy triste, al hombre tener que contemplar
Como un ser carente de voluntad ante cuerpo de Mujer,
Incapaz de discernir que tanto Mujer como La mujer
Son seres racionales, que gozan las mismas prebendas
Intelectuales y sentimentales, que a él le adornan,
Y, por tanto, merecen ambas ser consideradas lo mismo
Y tratar, con el mismo respeto que para la madre sientes,
A Mujer, que lo es, porque tus torpes deseos se lo impone
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