El la miró con inusual picardía y ella, coquetona, se dejó querer mientras contemplaba como ese gallardo personaje danzaba alrededor suyo con una elegancia sin par. ¡Vueltaaaaaa!- se pareció escuchar y el macho obediente se trasladó al otro lado de la pista revoloteando con entusiasmo en plena sinfonía de música y colores. Ella danzaba suave en el centro de aquel imaginario círculo y dejaba entrever en cada movimiento una sutileza de hembra pudorosa y timidota que se sabe cortejada. El baile fue breve pero intenso y en el ánimo de quienes lo presenciaron quedó un gustillo a poco. En el terroso suelo quedaron fuertemente marcadas las huellas de tan sensual cortejo musical. Los aplausos parecieron arreciar en medio del aire festivo. Luego, doña Juanita gritó:-¡Aro, aro, aro! y con extrema valentía, tomó entre sus brazos a ese gallo cortejador para retorcerle el gargüero y desplumarlo, puesto que ese domingo, como de costumbre, se almorzaría una exquisita cazuela…