Hola amigas, soy Dolores Fuertes y les doy la bienvenida con uno más de nuestros secretos de cocina.
Hoy en nuestra gustada sección de “Para chuparse los dedos comiendo ajeno”, les daremos una receta para preparar el delicioso Hombre Frito en Su Jugo. Ay Amigas, ¡Ni se imaginan lo sabroso que es degustarlo, y lo divertido que es prepararlo!
Antes que nada, necesitamos tener a la mano todos los ingredientes. Estos son:
· Un hombre, de preferencia sano, guapo y con dinero; esto último es muy importante.
· Muchas, pero muchas palabras; entre más grande sea su vocabulario, mejor.
· Una computadora con conección a Internet.
Ya que tenemos todos los ingredientes, procedemos a la preparación de nuestro platillo.
Primeramente, tome al hombre y gánese su confianza. Esto es escencial para poder llevar a cabo todo el proceso culinario. Si el hombre cae a sus pies perdidamente enamorado, entonces el platillo será más delicioso. Durante este proceso que podemos denominar de marinado, es necesario que conozca sus puntos débiles, así como los detalles de sus posesiones. Pregúntele qué le apasiona, y métase a la cama con él para que conozca sus perversiones secretas, sus puntos más sensibles. Goce de lo lindo mientras pueda, que para eso es la vida, amiga.
Poco a poco, pierda la memoria, agregue y mezcle las palabras, y ponga en boca de él cosas que no ha dicho. Confúndalo y procure que pierda la seguridad en sí mismo. Cuando le pregunte más insistentemente sobre cosas del pasado, dele una versión diferente y, con un toque de inocencia, pregúntele cómo se imaginaba él la versión original; diviértase viendo las caras que pone al incrementar su inseguridad. Tengan cuidado, amigas, porque todo esto es muy importante para que el proceso de marinado nos ayude a dejar el platillo en su punto.
Cuando vea que el hombre tiene la mirada extraviada, un estado de ánimo un poco tenso, y que note cómo le cuesta trabajo encontrar las palabras para expresarse, entonces podemos iniciar nuestro siguiente paso.
Siga tratándolo cordialmente, mímelo cuanto pueda. Prosiga con el proceso de marinado, pero ahora, mezcle y agregue palabras ásperas, pronunciadas fuertemente hacia él. Esto intensificará el nivel de estrés, dándole mayor sabor. Si ya viven juntos, cambie de lugar sus pertenencias de uso cotidiano, para desorientarlo. Esconda sus prendas más preciadas, agregando insultos a sus respuestas cuando le pregunte si no ha visto tal o cual cosa. Insinúele que está mal de la cabeza, y que esos problemas lo llevarán a tener problemas físicos severos. Si el hombre le grita, grítele más fuerte, y entonces póngase a llorar. Cúlpelo de sus malos tratos, del mal humor que tiene cuando habla con usted, de cuán abandonada la tiene. Eso lo desconcertará, dejándolo peor.
Tome todas sus tarjetas de crédito, y satúrelas de compras ridículas por Internet de artículos netamente masculinos; accesorios de coche, lociones caras, visitas a restaurantes y moteles, servicios esscort, etcétera. Repita este proceso hasta que el hombre quede completamente endeudado.
Si nota que el hombre en cuestión comienza a adoptar tics raros, y sobre todo si ve que al estar sentado, o en reposo, tiembla levemente, sabemos entonces que ha llegado la hora del siguiente paso. Insístale en salir frecuentemente a lugares públicos. Cuando estén platicando, hágale escenas de llanto y sufrimiento por la forma como la maltrata. Recuérdele todas sus malas acciones, aunque no existan. Cuando él le grite, salga del lugar llorando, para que todas las miradas recriminatorias caigan sobre de él, y nos ayuden con nuestra receta. En esas discusiones públicas, cuando él se defienda más ardientemente, aproveche para ventilar sus perversiones en la cama, y acúselo descaradamente de impotente y apegado a su mami; así lo irá prepararlo mejor. Repita este proceso cuantas veces sea necesario, hasta que el hombre quede frito en su jugo.
Sabremos esto, porque no querrá moverse de la cama, no tendrá ánimo para hacer nada, comenzará a beber o fumar, si no es que ya lleva algo de tiempo, o hará ambas cosas, y hasta puede volverse drogadicto. Un hombre frito, pues ya no nos sirve para nada, excepto para llamar al manicomio y pedirles que se lo lleven, porque no tiene razón de sí ni puede ayudarnos en nada. Si se casó con él, pues pude quedarse con lo poco que le quede. Y podrá buscar a otro hombre, que le ayude a comenzar de nuevo esta deliciosa receta y entonces todas las mujeres reafirmemos nuestras teorías de que ya no hay hombres, que no sirven para nada, y que no saben tratarnos como merecemos.
Si el hombre nos deja a medio camino, entonces la materia prima no era buena, e igualmente nos habrá probado una vez más, que ya no hay hombres de verdad.
Aquí acaba nuestra sección, y no olviden escribirnos a la dirección que aparece debajo de la pantalla. Ah, y no olviden fingir su orgasmo, amigas.
¡Hasta pronto!
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