Falsas apariencias de serenidad que ocultan el mas oscuro de los resentimientos, la indiferencia. Acontecimientos que se derrumban uno sobre otro como lápidas que contemplan un amor profundo, enterrado en colina de incomprensión. Un amor condenado, cuyas cadenas son apenas mas fuertes que su destino, ese fatal enviado que a veces nos recuerda que no somos dueños de nuestras decisiones, mas allá del puro azar. Luchar contra estas fuerzas puede resultar tarea inútil, pero es único paladín de la esperanza el hecho de resistir, con pulso firme y mirada decidida, las acometidas del tiempo compartido. El corazón no pone límites, los desgarra con convicción, y solo la certeza de que nos haría más daño nos impide dejarnos guiar por él. Hay que ser audaz, y yo lo soy, pretendo seguir siéndolo. Escúchame. Si alguna vez mi llanto desconsolado llega a tus oídos no los hagas sordos. Mi corazón necesita del tuyo como mis pulmones necesitan el aire que ahora se me antoja escaso mientras escribo.