Siempre creí que tener una boca chiquita era de lo más chic. Descubrí que no es así; tiene sus grandes desventajas.
Cuando llegué la cirujana ya me esperaba. Vestía un traje verde impecable de saco y falda y una bata blanca, pero blanca en verdad. Su pelo largo recogido en una cola de caballo y una gran sonrisa.
- Adelante, adelante, toma asiento, ponte cómoda. -Su tono de voz era seguro y amable-.
- Dime que me vas a hacer. -Pregunté con cierto nerviosismo-.
- Nada del otro mundo, no te preocupes, voy a extraerte el tercer molar que tanta lata te ha dado, ya revisé tus radiografías y no tiene porque haber ninguna complicación.
Me senté en el sillón. Se puso guantes, tapabocas y cubrepelo, tomó asiento en una silla pequeña cerca de mi cabeza, su asistente se paró frente a mí con el eyector.
- ¿Cuanto crees que tardarás en sacar la muela?, pregunté.
- Una media hora yo creo.
Empezamos. Abrí la boca, no mucho, puse la cabeza de lado, me enchufé los audífonos del walkman y comenzó la música que llevaba grabada. La primera era un poema de Miguel Hernández "Menos tu vientre" cantada por Juan Manuel Serrat.
- Te voy a poner un piquetito, te va a molestar un poco.
¡Ay, qué pinche piequete!, y al ritmo de: "Menos tu vientre todo es confuso, menos tu vientre todo es futuro fugaz, baldío y turbio", el líquido de la inyección penetró en la parte superior de la encía. Yo estaba tranquila, tarareando para distraerme, sabiendo que pronto se dormiría esa parte.
- Ahora te voy a inyectar en la parte de adentro, en el paladar, este molesta un poco, vas a sentir como que hago presión y te va a doler un poquito más, vas a sentir un calambrito y ardor.
Puta madre, si no me ha avisado yo creo que le escupo un ojo, el dolor penetró hasta la parte alta de mi cabeza, ni dolorcito ni calambrito, fue un pinche calambrón y un terrible dolorzote que casi me rajo y aparte me ardió como chile. La música seguía invadiendo mis oídos, la puse más fuerte para concentrarme. "Menos tu vientre todo es oculto, menos tu vientre todo inseguro, todo postrero". La anestesia empezó a hacer efecto.. "Menos tu vientre todo es oscuro, menos tu vientre claro y profundo".
- ¿Ya no sientes esto que te hago?
La boca del lado derecho y la lengua las tenía por completo dormidas. Estaba más tranquila, empezó la siguiente canción. Sin dolor hasta podía evocar las imágenes de las canciones. Ups sentí un pellizcote en el labio,
- ¡Ay!
- Perdón, es que tienes la boca muy chiquita y está muy atrás la muela y muy arriba y tu boca no abre lo suficiente.
Yo trataba de ver el punto dorado en medio de las cejas para relajarme, siempre con los ojos cerrados para no ver los instrumentos que tenía colocados arriba de mi pecho, unos cinco fierros de distintos tamaños y grosores. Seguía oyendo mi música. Apreté las manos. "He intentado todo para convencerte, mientras el mundo se derrumba todo aquí a mis pies". Seguro me está sangrando el labio- pensé, "Duelen tanto tus cosas buenas cuando estás ausente, yo sé que es demasiado tarde para remediar" .
- ¡Ay!
- Lo siento, lo siento. Avísame cuando te pinche el labio porque desde aquí no veo donde se mete y es que aunque lo jale no da más y la muela está muy profunda y tienes la boca muy pequeña.
"Lo dejaría todo porque te quedaras, mi credo, mi pasado, mi religión". Trataba de imaginarme al cachondón de Chayan cantando y moviéndose. -
- ¡Ay!
- Otra vez el labio ¿Verdad? perdón. Deja ver como lo soluciono.
La asistente trataba de detenerme el labio para que no se metiera entre el instrumento que separaba mi boca y el fierro con el que estaban tratando de despegar la carne de la muela.
Tomó otra máquina la dentista, mi cabeza se llenó de un zumbido enloquecedor, estaba tratando de cortar un pedazo de muela para sacarla aunque fuera en trozos, estaba totalmente aferrada a mí. Como todo en mi vida, estoy llena de arraigos y la muela no podía quedarse atrás. Subí el volumen de la música, ya llevaba todo un lado escuchado.
De pronto tenía sensibilidad otra vez en la zona que estaban trabajando. Otro cartucho de anestesia, iban cuatro.
- No te preocupes, he puesto hasta diez en casos como el tuyo.
Apareció la otra dentista con unas pinzas enormes. Nada, se resbalaba, la muela estaba siendo seccionada en varios pedazos para poder sacarla. La siguiente canción por tercera vez. Conté el tiempo por canciones, 2 horas y media. "Como dueles en los labios, como duele todos lados, como duele sus caricias cuando ya se ha ido". Qué buena canción de Maná, volví a tararear, pero cada vez que decía el solista, "Como dueles en los labios" me daba risa pensar que ya tenía los labios como boxeador, me ardía y efectivamente me dolía ya en todos lados. La cirujana metía y metía gasas que sacaba mojadas de sangre. La asistente me ponía el eyector, la otra dentista pasaba instrumentos varios. Para ese momento ya tenía sobre mi pecho unos quince fierros distintos con los que trataban de sacarme la muela y no se podía. La dentista me decía:
- Déjala ir, dale permiso de que salga, dile que ya no la necesitas".
- Ya se lo dije desde hace casi 3 horas.
- ¡Ay!
- Déme otro cartucho doña Chuy. Ya casi terminamos ahora sí, resiste un poco más, ya está bien floja, no sé porqué no sale esta pinche muela, tráeme la radiografía otra vez. No veo porque esté tan pegada esta hija de su madre.
Era obvio, ya todos habíamos perdido un poquito la compostura, el lenguaje apropiado y la ropa blanca que estaba salpicada de mi sangre. Al fin salió la muela con la ayuda de las tres personas que estaban atendiéndome al compás de la primera canción que se repetía por tercera y última vez, “Menos tu vientre, claro y seguro”.
Salí del consultorio con una estrellita en la frente, la cara toda hinchada y los cuatro pedazos que conformaban mi muela guardados en una cajita de plástico. La cirujana, la dentista y la asistente se quedaron sentadas en el sofá relajándose.
Un año después antes que me quitaran la segunda muela del juicio primero fui al cirujano plástico a que me agrandaran la boca.
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