Érase una vez una joven aprendiz de bruja que un día decidió aprender el conjuro más difícil que existe: el de la vida. Así que metió unas cuantas cosas y mucha ilusión en su hatillo y se marchó. Viajó y viajó y aprendió que la vida es un camino repleto de sorpresas.
Una tarde,después de haber viajado mucho tiempo y haber visitado tantos y tantos lugares, aquella personita, cansada de caminar de sol a sol, decidió adentrarse en un bosque que se apartaba del camino y fue a sentarse en un claro repleto de árboles y plantas. Se sentó al pie de una higuera y contempló distraída al hombre que estaba entregado al cuidado de sus plantas. Quedó absorta en sus pensamientos, mezclando estos con la belleza de lo que podía ver y su cabeza la llevó a algo que una vez había escrito; tan concentrada estaba que lo dijo en voz alta sin percatarse. "La amistad es como una planta. Si la cuidas florece, pero si no, con el tiempo, se marchita sola".
El jardinero se giró, sorprendido por aquella afirmación. La miró directamente a los ojos mientras sonreía. "Las plantas son seres vivos y, por tanto, son de las cosas más importantes de la creación. Con el tiempo y la lluvia habrán crecido un poco más y florecerán, cambiarán de forma. La amistad no es un ser vivo, no es una manifestación de la vida eterna, personita."
Ella se quedó aún más pensativa mientras escuchaba lo que le decía el muchacho. ¿Cómo responderle aquello que de veras pensaba? Era tan terrible como decirle a alguien enamorado de la vida que no tiene sentido hacer planes a largo plazo. "Las plantas tienen principio y fin, cambian de estado" le dijo. "Pasan del nacimiento a la madurez y de esta a la decadencia y la disolución. Las personas también cambian, el tiempo inscribe el cambio que experimentan en la piel de cada una de ellas, erosionándola."
"Y dime, joven criatura, ¿qué planta te parece más cercana a la amistad?"
"¡Una aromática, por supuesto!", afirmó llevada por un impulso de aquellos que siempre había sentido y nunca había expresado. El viaje había enfrentado aquella parte suya fría y distante con la otra, cálida e impulsiva, viva, chispeante.
"Bien, pues dime entonces; ¿tiene la amistad olor a menta?. ¿Quieres ser mi amiga? ¿Dejarás que te coloque en ese saquito que llevas un poco de espliego que huele a lavanda fresca? Quizás así te acuerdes mejor de mí. Mira, mientras piensas en ello, te cambio una sonrisa por unas hojas de incienso. Acércate, anda. Pon tu mano sobre la hierbabuena. Ahora huélela y dime, ¿qué se siente? ¿Encierra amistad aquella planta de preciosas flores que una vez anochece huele a miel de forma penetrante? Es un Don Diego, pero yo lo llamo galán de noche." Hizo una pausa y la miró de nuevo a los ojos: "Tus ropas y tu calzado indican que vienes desde muy lejos. No dejes que la belleza de estas plantas, que tanto se parece a la de la palabra amistad, te confunda. La sensación está dentro de ti. Crecerá o no, pero si es verdadera, ni la distancia ni ningún otro enemigo de feo nombre y oscura influencia podrán menguarla. Depende de cuánto la valoras, no pienses en nada más. Una vez oí a alguien decir que cada Nochebuena, exactamente a las doce de la noche, brindaba con una copa de champán, allá donde estuviera, por su mejor amigo, que a buen seguro estaba lejos, muy lejos, en otra parte del mundo. Me contó que su amigo hacía lo mismo por él, llevados ambos por la esperanza de encontrarse algún día el uno al otro y poder realizar aquel ritual juntos, sentados cara a cara. Eso era la amistad para él. Quizá para ti sea una planta, pues para cada uno de nosotros es una cosa diferente. Piénsalo bien y dime, tú que la ves como una planta aromática...¿a qué huele la amistad?"
La brujita se quedó confundida por lo que había estado escuchando. Enseguida protestó: "pero tú eres un hombre y un jardinero. Somos distintos. He leído que naciste del barro y hay quien dice que nosotras, seamos hadas o brujas, provenimos del rocío, de los vapores terrestres y los rayos de luz. Somos distintas y cada una poseemos el reflejo de un color en el arco iris...¡el mío es el amarillo!"
El jardinero le hizo un guiño de complicidad: "cierto, encantadora bruja, somos distintos. Pero si sellamos un pacto de amistad, si cada uno pensamos en el otro a nuestra manera, si sabemos apreciar lo que tenemos, jamás perderemos aquello que más valoramos en una amistad: la confianza en el otro. No pretendo enseñarte algo nuevo, ni darte una lección equivocada. ¿Quién encierra una sonrisa? ¿Quién ata un corazón? Libera aquello que de veras piensas y sientes de las cosas y déjalo volar. ¡Quizá entonces te des cuenta de que quien vuela eres tú! Hay quien piensa que todo es del color con que lo ven sus ojos. Que el sol brilla durante el día y la luna por la noche. Pero hay lugares donde, sea de día o de noche, el sol de medianoche seguirá entrando por la ventana."
La muchacha sonrió, comprendiendo al instante a qué se refería: "estuve en Finlandia hace algún tiempo. 6 meses de día, 6 meses de noche"
"Muy bien. Recuérdalo. Espero que la vida nunca borre de tu alma las pecas que borrará de tu piel. Son las marcas de lo que fuiste una vez, el recuerdo de tu inocencia. El tiempo te hará madurar, querida aprendiz de bruja y algún día, este recuerdo, como tantos otros, abrigará tu corazón y te ayudará a pelear contra las sombras y a mitigar el frío que de cuando en cuando nos envuelve a todos. Si el frío te envía a este bosque de nuevo, aquí habrás dejado un amigo. Ahora tengo que marcharme, pero recuerda que nuestro secreto común, el de la amistad, será siempre como un cuento, un relato fiel no a aquello que somos, sino a lo que soñamos."
"Escribir es el deseo de irse por los tejados".- Rosa Chacel
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