La noche nos bailo un danzón, mientras nos embriagábamos de café, cigarro, risas e ideas canjeadas, por momentos y por precaución nos escondíamos cada uno en su propio espiral. Una vez disipadas dudas y asperezas, emergimos y nos ausentamos de estos cuerpos que nos enjaulan, decidí convertirme en una asclepia.
Te has brincado todas las etapas del desarrollo de un “Danaus”, en tan solo unas horas, cambiaste de piel las cinco veces reglamentarias, transformándote en oruga y fijándote en mis ramas para tejer alrededor, un fino capullo de seda, y mientras sufrías esta metamorfosis, me enraizaba en tus pupilas, dejando caer mis hojas en cada movimiento de tus pestañas.
Dicen que durante la madrugada, las mariposas no son capaces de volar porque todavía el calor del día no las ha calentado suficiente. Y es cierto, te hilaste monarca e intentabas volar alrededor de mi silueta, más algo te lo impedía, te coloqué en una de mis ramas más fuertes para soplar esas alas que pronto tendrán color y puedas viajar libremente.
Con esta acción, quizá emigres y te vayas a tierras lejanas, como todo un ciclo de vida...debe suceder: lo que empieza se termina, quisiera ser una planta tropical de un nuevo mundo para que permanezcas en el mismo lugar por más tiempo, pero…debes volar y yo…enraizar.
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