En cada movimiento del avión siento que mi papá está llamando. Ahora que no está acá, pienso que en cualquier momento me voy a morir. Recuerdo que cuando niño, nos llevábamos bien, que incluso lo admiraba. Me gustaba tocarle su cara cuando le comenzaba a crecer la barba, y estaba seguro que el día que mis mejillas tuvieran pequeñas espinas, me habría convertido en un hombre. Eso lo recuerdo justo en el momento que me paso la mano por la cara y palpo las infinitas púas que crecen, las que no me han dado ni sabiduría ni madurez.
El viaje ha sido realmente cansador, y no sé si es producto de mi deterioro físico o a la carga que llevo en mi cabeza. El hecho de no hablar con mi familia, excepto con mi primo, durante catorce años, hace de este viaje, de esta vuelta al país, una aventura que en cualquier momento puede volverse realmente insoportable.
El jueves, mientras me alistaba a volver a mi departamento, revisé mi correo electrónico. Ansiaba ver un mensaje nuevo de Ella, pero el único aviso de correspondencia, venía desde Chile. Asumí de inmediato que mi primo me escribía para contarme algo urgente, ese es nuestro lema, “si no es realmente importante, no lo digas”. Y es tal vez por eso que fue él el único con quien mantuve contacto de mi familia, nada de llantos ni de recriminaciones, nada de recuerdos de infancia, sólo información relevante, de la que debe que ser conocida, estés donde estés. Mientras abría el mail, tenía la certeza, y no me estoy poniendo dramático ni metafísico, que una mala noticia, estaba ansiosa de ser leída.
From: Javier
To: Gabriel
Subject: ¡Urgente! Lo Siento.
Hola Primo:
La única forma de contarte esto es de manera rápida. Hoy en la madrugada tu papá sufrió un ataque cardíaco. Murió instantáneamente en su oficina. En dos días más es el funeral. Creo que sería bueno que vinieras.
Llámame si puedes.
Un Abrazo. Javier
Directo y sin rodeos, como un puñetazo en la cara, de esos sin aviso que no duelen tanto, aunque noquean de inmediato. No recuerdo como llegué a mi departamento ni como arreglé las maletas. Mi pasaje, el que muchas veces soñé comprar, el que decía destino: Santiago de Chile, de un momento a otro, estaba en mis manos.
Sé que el funeral se realizará en el cementerio donde está enterrado mi abuelo y mi bisabuelo y sus primos, y toda la familia. Lo que no sé, es como me van a recibir, tanto los vivos como los muertos, los mismos que cuando niño me daban regalos para mi cumpleaños, los mismos que cuando partí lejos, me acusaron de mal agradecido y de mal hijo. Y de seguro, los mismos que ansían que me aparezca ese día, y que llore como cabro chico, como cuando mi papá me recogía del suelo cada vez que me caía de la bicicleta.
Este puede convertirse en el día más extraño de mi vida, corriendo de un lado para otro, sabiendo que el destino final es ver el cuerpo sin vida de mi padre, acompañado de alegres flores y tristes rostros, enfundados en trajes negros, de última moda, todos los que creen que han sido cercanos a mi padre, los que asumen que estaban más conectados que yo y el viejo, esos me tiene sin cuidado. Yo sé lo que viví con mi papá, yo sé que fui una parte importante de su vida, y por sobre todo, tengo la certeza que nos pelamos por el cariño que nos teníamos, sentimiento que nunca podrán entender los que me juzgarán en unas horas más.
Y será acaso este el único momento que me arrepienta de no haber realizado, aunque sea, una llamada telefónica en catorce años, o de no haber tomado un avión con destino a Santiago y aclarar los puntos, no con la tropa de familiares, que no tienen algo en común conmigo, si no con el único que realmente me importaba, con el viejo jodido que me retaba en mis primeras salidas nocturnas, con el tipo que me criticaba todo lo que hacía en la universidad, con el mismo viejo de mierda que me obligó a tomar un avión con un futuro incierto. En definitiva con mi pobre papá, al que ahora sólo podré ver recostado, tieso y con los ojos cerrados, esperando que derrame alguna lágrima por él…espero sinceramente, no darle en el gusto.
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