Otoño Narcótico
Corría, adentrándose en la espesura de aquel bosque sintiendo una vertiginosa sensación con cada paso. Corría ligera y rápidamente, casi le parecía volar y poco a poco los árboles, la tierra y las hojas esparcidas por el suelo, se fundieron en un mar de colores. Entonces decidió detenerse y comenzó a flotar observando, sin conmoción, como su cuerpo se evaporaba como rocío en un a fresca mañana otoñal, posándose frágil sobre un árbol, y luego fundiéndose en él. Entonces fue el árbol; con sus colores y aromas, remeciendo sus hojas lentamente. De pronto, empezó a caer, balanceándose ligera, como lo hace una hoja al morir. Cayó sobre la tierra, aún húmeda, quien no demoró en envolverla entre sus brazos, pareciéndole quemar con su dulzor.
Despertó, jadeante. Ya no era el viento, ni el rocío, ni el árbol, tampoco la hoja ni la tierra. Era el bosque entero. Entonces sonrió, tímido e inquieto, meciéndose alegre ante la tenue luz del alba.
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