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Entre los modestos edificios de la callejuela, ”Los aromos, “sobresalía orgullosa una espléndida mansión. En ella habitaba un matrimonio de mediana edad junto a su hijo, un niño enfermizo de mirada triste y melancólica.

Todos los días, a las cinco de la tarde salía a la vereda acompañado por su niñera; a la misma hora los chiquillos del vecindario interrumpían sus juegos para sentarse al borde de la calzada, con las piernas cruzadas y los ojos agrandados por el asombro para observar al “chico rico” de la “casa linda”.

Diego aparecía vestido con un pantalón de terciopelo azul, camisa blanca con un moñito azul y botines negros de charol. Se sentaba en un sillón con un juguete en la mano, a veces sacaba una pelota, “!un fútbol de verdad!”al que hacía desganadamente rebotar en el suelo y si caía a la calle, la niñera presurosa iba a recogerlo.

¡Cuando sacaba su carro rojo a pedales! ¡Los chiquillos enloquecían! Más pronto iban a sus juegos, pateando una pelota de trapo, otras veces con un carrito fabricado con un cajón de manzanas al que subían de a uno y otros lo arrastraban con una soga. En ese momento los ojos de Diego cobraban algo de vida, seguía con su mirada los entretenidos juegos de los otros niños.

Diego enfermó gravemente, se fue debilitando, rara vez abría los ojos y dejó de hablar; las consultas con famosos médicos resultaron infructuosas Alguien les recomendó a un joven médico del barrio sin entusiasmo decidieron hacer una consulta con él.

En la alcoba, el doctor Ibáñez revisaba al niño, en la calle se oían las corridas y gritos de los chicos jugando al Carnaval con agua.

El médico se incorporó y dijo: _ Este niño está enfermo de tristeza.- Señora, si usted me permite, haré entrar a esos chiquilines bulliciosos, verá usted, que es la “mejor medicina”

Uno a uno fueron ingresando los niños, se acercaban timidamente alrededor del lecho del enfermito, hasta que uno de ellos, apuntándolo con un pomo, le tiró un chorro de agua.

No alcanzó a reaccionar la madre, cuando Diego, sonriendo estiró su delgada mano para que le alcancen el pomo, y riendo comenzó a mojar a los chicos y a sus padres y al doctor.











Texto agregado el 14-09-2003, y leído por 580 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
27-08-2005 Que lindo, es tan comùn escuchar decir que para los niños a veces no es lo mejor o lo qiue los hace mas felìz el mejor juguete, generalmente los que los tienen, se entretienen mucho mas con los menos costosos, que bello.Eso le faltaba, solo eso.***** Victoria 6236013
20-09-2004 Muy lindo. 5* para levantar también... orlandoteran
28-10-2003 Hala, 5 pa ti, que no me ha gustao ese uno que tenias. A mi tambiense me apetecen cosas. nomecreona
 
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