Rutina
Hasta qué punto el deseo corrompe tu alma, tu vida entera. En qué momento de tu existencia decidiste truncar las esperanzas de tu carne. Hoy despiertas con muchos más años que la primera vez que amaste. Te levantas y preguntas, por qué tienes que sostener todavía la pesadez de un mal sueño. Ves a tu lado y está ella, con sus kilos de más y los ojos abiertos esperando que le digas, “si amor ya me voy al trabajo”, entonces ella con su pesada carga de un poco más de 30 años, comienza o más bien continúa la rutina, sus pies tocan todos los días el mismo lugar, provocando erosiones en tu piel. Estás cansado de tanto amar, de tanto revindicar tus engaños ante ella, no son engaños de la carne, sino sólo del pensamiento; mientras ves televisión o simplemente cuando la acompañas a comprarse unas medias a la tienda, miras a todas las mujeres que deseas toquen tu piel, después la miras a ella, un escalofrío recorre tu cuerpo, piensas que lo hiciste todo mal, pero en realidad no, en realidad, estás en este mundo para encontrarte conmigo, porque de otra forma tu vida sería un desastre.
A las siete de la tarde, quizás más tarde, te acuerdas que me has hablado, imaginas que pasaría si todas tus fantasías se volvieran realidad. Yo solamente recurro al soborno para hacerte creer que estuve dedicada a ti todo el tiempo.
Hay un espacio diminuto, entre una caricia y la carnalidad pura, esa inaguantable e inextinguible, esa que recorre el cuerpo en una armonía y bestialidad sin medida, sin embargo esperas que nada se contenga para que poco a poco vayas descubriendo la verdad, para que descubras que tu princesa no es más que una bruja que busca lo mismo que las demás, reírse de ti.
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