El peso de tu lengua gravita la humedad de mis instintos; absorto; encubriendo los espacios, bajo el flagelo de tus labios. Dulce; agitado en el alcohol de mi frescura; susurrando los silencios, que ejecuta mi deseo; libre; sediento; como una mariposa tendida, bebiendo de mi fuente. Y reclinas los límites que denotan mi fragancia; para saciar el fuego de tu estímulo; altivo; táctil; erecto en los suspiros que descienden con mis manos. Me tienes entera, rondando la salina de tu sexo; abrazada a la costa de tus aguas, que confluyen con mis pechos; libre; corpórea; circunscripta al deseo que detiene mis espasmos. Y tiemblas en una serenata de felicidad, para ahogar la cadencia que derrumba sobre mí; expuesto; gigante; lacerando la piel, que habita el confín de mis senderos; para bañarme en las lunas de tu vientre.

Ana Cecilia.