Cada vez que pasaba por su casa sentía la extraña necesidad de mirar por aquella ventana impenetrable, esperaba que algún día aquella oscura cortina estuviera levemente corrida; era imposible encontrarla abierta, sólo quería ver el color de su sala, algún adorno en una mesa, o un reloj mural; pasaba horas sentada en la calle mirando su puerta, silente esperando oír algún ruido. Sólo la veia entrar y salir de vez en cuando, una vez al mes para ser específica; me cautivaba esa serenidad al caminar, su rostro inflexible, su extraña forma de mirar el cielo antes de entrar a su casa, sus ropas oscuras, sin duda era una mujer atrayente, enigmática, mística.
A veces pensaba que sufría mucho, otras que era muy feliz en su soledad; muchas veces me preparé para saludarla, quería ser su amiga, tal vez ayudarla, oirla, ¿y si necesitaba a alguien a su lado?, aunque sólo fuese para oír sus penas pasadas; pero siempre que la veía salir quedaba helada, se me secaba la garganta y olvidaba la frase ya practicada y jamás utilizada.
¿Por qué me atrae tanto saber de su vida? es una mujer más, como tantas que a de haber por ahi, con historias de vida, amores, familias, amigos etc. ¿Por qué tengo tantas ganas de saber específicamente de ella? jamás me mira, tal vez ni se ha dado cuenta que la observo.
Recuerdo la primera vez que me fijé en ella; me sentía mal, quería oir el mar; caminé por la orilla de la playa sin importar que el agua mojara mis zapatos, necesitaba salir de mi rutina un momento, despreocuparme de las responsabilidades, de lo bueno y lo malo, respirar hondo y dejarme llevar; ya estaba oscureciendo y me detuve para mirar esa naranja enorme que se hundía en la lejanía; sentí esa extraña sensación, algo incómodo, miré en distintas direcciones y en un costado, sentada sobre una enorme roca, estaba ella, vestida entera de negro, inmóvil, con la vista fija en un punto distante, silenciosa, fría.
Desde aquel día sólo me atrae conocer aquel misterio...