Poco a poco me calmaba.
Las imágenes se destruían y se volvían a construir allá a lo lejos, en mi mente.
A veces suspiraba, incluso en instantes te hablaba.
Pero las miradas se elevaban encontrando el fin de infinitos, descubriendo el tono entre el mar y el cielo, el silencio de las nubes al despertarse, y el silencio de las palabras en el viento.
Inexplicable como los cordones atan sin que sientas
Puedes saltar,
Puedes correr a la velocidad que quieras…
Y no los sientes.
Te crees libre
Pero esta patéticamente atada.
¿Atada a qué? Te preguntas, me pregunto
Y no hay explicación.
Hasta que dejas de buscar
Y un día de caras largas, de sonrisas grandes, de miradas lejanas y cercanas
Lo descubres cuando menos lo esperabas.

Y por eso ahora se acaba el experimento entre los azules, ignoras las nubes y las palabras sucumben como el sonido antes de caer. Y el infinito tiene su fin, pero sabes que ese fin, puede durar por siempre.

Y bajo un poquito la mirada, y los miro con percato.
Y me despellejan y yo me callo.
Las lagrimas las guardo en nubes. Los suspiros son truenos al amanecer.
Y así como esto se acaba, algo que se acababa vuelve a empezar de una manera diferente, extraña.
De tal manera que empieza un fin, que puede durar por siempre.