El padre le preguntó:
—Hijo, ¿qué quieres ser de mayor?
El niño, con los ojos brillantes, contestó elevando la voz:
—¡¡Astronauta!!
Le acarició el pelo mientras reía dicendo algo así a “¡estos chiquillos...!”.
Tiempo después, la madre le preguntó:
—Hijo, ¿qué quieres ser de mayor?
El niño, con los ojos brillantes, contestó elevando la voz:
—¡¡Astronauta!!
La mujer rió añadiendo algo así a “pues para eso tendrás que estudiar mucho, mucho, mucho, ¿eh?”.
En la escuela, terminando la primaria, el profesor le preguntó:
—¿Qué quieres ser de mayor?
El chaval, con los ojos brillantes, contestó elevando la voz:
—¡¡Astronauta!!
El profesor miró el expediente del alumno y dijo algo así a “pues deberás esforzarte aún más en tus notas para llegar a serlo”, al mismo tiempo que dibujó una sonrisa mientras evitaba mirarle a los ojos.
En el instituto, justo antes de comenzar la universidad, el tutor le preguntó:
—¿Ya ha decidido a qué quiere dedicarse?
El joven, con los ojos brillantes, contestó elevando la voz:
—¡¡Astronauta!!
El tutor se rascó la barbilla, le indicó que debía estudiar ciencias físicas y le avisó algo así a “deberá realizar un muy buen examen de ingreso en la universidad”.
En la universidad, cuando algún compañero le preguntaba:
—¿En qué vas a trabajar cuando terminemos? —él, siempre contestaba, con los ojos brillantes y elevando la voz:
—¡¡Astronauta!!
Y hubo un par que se rieron por lo bajo.
Cuando consiguió ingresar en el Centro Espacial, ante sus jefes, siempre expresaba su mayor deseo, siempre con los ojos brillantes y elevando la voz:
—¡¡Astronauta!!
Superando todas las pruebas y siguiendo puntualmente todos los entrenamientos, llegó su día: su primera misión espacial, reparar un satélite de comunicaciones.
Cumplió fielmente el plan trazado, siguió las instrucciones al pie de la letra. No tuvo miedo en nngún momento ni se dejó llevar por los nervios. Sus dos compañeros admitieron no sin cierta envidia que parecía todo un veterano. En un momento de descanso, un compañero le vio contemplando el planeta Tierra.
—Es hermoso, ¿verdad?
Apartó la mirada de la impresionante vista para asentir sonriendo levemente y, acto seguido, continuar mirando embobado. El compañero sonrió también comprensivo, recordando su emoción cuando realizó su primer viaje espacial.
Ya en tierra, sus padres, henchidos de orgullo por lo logrado por su hijo, le habían preparado una fiesta sorpresa, con todos los familiares más cercanos y algunos de sus amigos más íntimos. Brindaron con champán, le asaetearon a preguntas, se asombraron de que no hubiera tenido miedo, le miraron con admiración y más de uno susurró para sí cuando lo tenía cerca: “¡¡Astronauta!!”
Él se dejó querer y disfrutó de la compañía de todos. Con una mano en un bolsillo y la otra sosteniendo la copa, escuchaba las halagos mientras en su cabeza rebotaba el pensamiento que le había asaltado al mirar nuestro planeta desde allá arriba, desde las más indómitas alturas:
“¡¡Pescador!!”
Y, con los ojos brillantes, tuvo que morderse la lengua para no elevar la voz.
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