Caminaba con la distracción en la cabeza y cruzaba un parque muy poco concurrido, pensaba en miles de cosas yendo camino a casa. Los faros no iluminaban y tan poco le importó, que no cambió su habitual ruta de regresar más temprano.
Pasaban los coches uno tras otro, pero el transporte colectivo ya no hacía rutas por aquellas horas desnudas, incluso los perros ya no hacían sus habituales rondines, pito en la boca macana en mano.
De pronto no hubo nadie, se paró el tiempo y una mano en el cuello le impidió gritar, los botones de la chamarra del tipo se enrredaron en su larga cabellera y un temblor recorrió su cuerpo ayudado de la duda.
Desde atrás, el hombre pasó su mano por la cintura y recorrió el abdomen contraido del miedo y la adrenalina, hasta alcanzar la altura del sexo, pero para su sorpresa no pudo hayar una flor que ultrajar con su sucio contacto, palpó un trozo viríl de humano y el miedo pasó de cuerpo, invadiéndolo ahora a él.
Pronto, ni tardo ni perezoso se apartó del cuerpo como si hubiera tocado a un fantasma, y dando la vuelta alarmado comenzó a correr, sin saber todavía lo que pasaba.
Después de la sorpresa nocturna, siguió su camino a casa, acomodó su cabello y miro en derredor buscando alguna ayuda, paro nada sólo el tiempo comenzó a correr de nuevo como aquel tipo que desaforado corrió por su alma, desapareciendo en la penumbra.
Al llegar a casa, pensó no había a quien contarle el episodio pasado, una reseña de la sorpresa que el tipo agresor se había llevado, pero mayor fue el asombro que sintió al ver al sujeto metido en su cama, porque ya le estaba esperando. |