Mi primer contacto fue prácticamente inconsciente.
No tenía idea a que lugar iba, ni tampoco que estaba haciendo.
Entramos con mis padres, en un lugar de música suave y nos acomodaron cerca de un escenario.
Nunca había visto nada parecido y me llamó poderosamente la atención el maestro junto a un piano viejo, pero quedo en el recuerdo.
Tiempo después volví al lugar.
La combinación de movimientos y música, producen ritmos y sensaciones que traen a la superficie todos los sentimientos sumergidos en nuestro interior. En estos momentos la mujer se convierte.
Y me enseñó, me ayudó a convertirme.
Músculo y nervio.
Rasgos sensibles, espontáneos, fieles, directos.
.-"Debes bailar de tal forma, con tanta audacia, y gracia logrando imaginar que la estatuaria griega te esta viendo para tomarte como modelo".- me dijo el maestro.
Superar al mármol mismo fue mi desafío.
Porque no hubo, nunca, la menor variación en mi cuerpo o en sus gestos que no respondiese, instantáneamente, al entero universo de su sentimiento.
.-"Cuando bailas, la imaginación, la ternura, el desistir de lo terreno debe bailar entorno a tu danza ilimitadamente".- agregó después.
La danza se acomoda y en esa geografía, extraña, bella y poética, franquea de los ritmos las puertas.
Mucho más que un movimiento de caderas, la danza es la unión perfecta entre cuerpo y alma.
Encontrar la danza, sacar las emociones y recuperar la confianza perdida, quitarle el velo a la sensualidad y darse permiso para expresar.
La danza, la música toda es un excelente ejercicio emocional porque comprende la expresión de los ojos, la boca, el cuello, los hombros, las manos.
Cuerpo y mente.
El punto más importante, es el vientre porque él, es el centro de mi cuerpo .
Es por donde respira la emoción cuando nace.
Lo que pasa es que por vivir en una sociedad donde todo funciona tan rápido, la respiración se nos sube al pecho y se acelera.
Aún hoy querido maestro, pasado el tiempo, llevo tus enseñanzas dentro de mi vientre
Descubrirlo una mañana, fue apelar a su cualidad mas definitoria, la dulzura.
A los quince años empecé a tomar clases de ternura junto a un piano viejo.
Hoy la danza es mi vida, y la vida de él un recuerdo.
A mi maestro de música.
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