La violencia es un dardo con movimiento rectilíneo y uniformemente acelerado, que es disparado sin discriminación alguna contra cualquier cosa que se mueva. Le pregunto algo a una mujer que vende artículos diversos en un puestito de la calle y ella me mira con ojos de basilisco y me escupe unas palabras ininteligibles, más tarde le consulto la hora a un señor y este me estampa su reloj en plena nariz, por lo que, poniéndome bizco, presumo que faltan diez minutos para la locura. Prosigo mi incursión por esté páramo de gente hosca y enturbiada por el desánimo más absoluto o la ira más desatada. Dos hombres se trenzan a golpes rodeados por una multitud absorta. En los multitudinarios ojos bovinos emerge una lucecita que indica que desean contemplar este espectáculo gratuito que de un modo u otro les enardece y los devuelve por un instante a la vida. Uno de los tipos cae y el otro lo patea con furia mientras desde muy atrás, una viejecita le grita: -¡Malo, malo no más! Algunos sonríen y otros se soban sus manos ante la perspectiva de la sangre. Aparece la policía y se disuelve el grupo, el pateador se va a la cárcel y el pateado a la posta de urgencia. Le consulto a alguien por que peleaban y el tipo me responde que por una mina. Otro intercede y dice que era por una antigua deuda. Más atrás, alguien tiene su propia versión y aventura que era una pareja gay que peleaba por celos. Estoy seguro que otras diez personas tendrán diez distintas versiones, por lo que deduzco que la verdad voló por los aires y se deshizo como un globo de papel.

La gente rumia su malestar, mira sus relojes, ausculta sus celulares para comprobar si hay alguna llamada perdida. Casi todos parecieran querer estar en otra parte. Un rapazuelo me pide una moneda y como se la niego, recurre a mi árbol genealógico y me lo arroja ferozmente al rostro.

Así, ramplonamente y con la sensación de estar condenado a perpetuidad a esta existencia anodina, llego a mi casa, me sirvo una taza de te y luego preparo la horca para hacer por fin algo que provoque un quiebre en mi aburrida existencia…