Una niña que ha muerto,
muerta en manos crueles
golpeada y mancillada
y con daga en el pecho,
una niña que muriendo esta
en este preciso momento
y hoy ante el alguacil
del pueblo, yo me encuentro:
hasta cuando señor, hemos
de soportar todo esto y hasta
cuando la autoridad va a
acallar todo este lamento,
quien es el que se dice hombre
sin siquiera saber serlo,
pues se ha atrevido a
matar a esa niña y con ello
disipar un gran sueño y con esto
a la vida hacerle más cruel
y meterle en un triste predicamento,
quien a la sombra se cobija
para matar la esperanza
del diario retomar el vuelo
y quitarle a uno el sueño,
quien a esas almas envía
del infierno hasta el cielo,
quien se atreve a engañarse
sintiéndose sano sin serlo,
quien es tirano al fin
y mata ultrajantemente
haciendo llorar a inocentes
y se hace asociante a la muerte,
pues hoy mata y hoy mismo
se prepara para mañana volver hacerlo
y quien en su pecho carga
a la placa de la ley, sin siquiera
poder terminar con esto
y quien es la ley que a mi cuello
a la soga quiere unirle, por haber
matado a quien a mi niña ultrajo
y como la ley quiere que yo
no hiciese nada en ese preciso momento;
si no es teatro la vida
ni lisonja lo que escribo,
para gritar que me encuentro
tan cuerdo y a mi abogado digo:
que por matar a ese "hombre"
no merezco el encierro,
en paredes blancas ensambladas
a tan alto techo... Me han de enviar
al firmamento, pero antes exigirle
a la ley quiero: hagan algo señores
por esa niña que muriendo esta
en este preciso momento