12:00 hrs. P.M. de un día viernes y yo sentada frente a mi computador terminando un informe sobre un proyecto atrasado, para variar. No he escuchado la risa de Laura esta semana, debe ser por la extraña pérdida de unos importantes certificados que debían llegar a la Central hace como dos semanas, y claro, ella es la responsable y debe arreglar el asunto como pueda. Sigo en lo mío disfrutando de la música de U2 que suena de fondo cuando logro percatarme que un nuevo mensaje a llegado a mi outlook, de Jim, por supuesto. Lo abro, ya casi por inercia y veo una de su últimas contestaciones en un tono bastante subidito... Ayyyy, compañero mío, si supieras lo entrete que es esto del coqueteo por mensaje, pero no me atrevo a hacer realidad sus sucias insinuaciones. Más bien, lo veo como un juego de niños en un rato de ocio.
Aparece en escena el subrrogante de mi jefe, quién se enfermó hace como dos días. Es un tipo bastante atractivo, Ingeniero, y con una sonrisa divina que es adornada al final por una sexy y melodiosa voz. Como para comérselo, pero tiene un pero: es casado. Y ya estoy media aburridita con este tipo de casanovas de tercera, pero no puedo dejar de cautivarme con su presencia. Jim se da cuenta de mi sonrisa maliciosa y me envía otro mensaje fingiendo falsos celos. ¡Al diablo con él! pienso, pero cuando iba a contestar su mensaje se me acerca Alejandro, el subrrogante y casi me susurra que me necesita en su oficina unos momentos para hablar sobre un proyecto. Noto su extraña sonrisa, pero como autómata, me levanto de la silla y lo sigo sin importarme ya el proyecto...
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