Corría por entre los árboles con el objeto de llegar siempre al mismo lugar.
Sentarse entre hojas de otoño, acompañada por el canto de los pájaros, quienes simulaban el concierto.
Mira hacia los costados como quien "chusmea" para ver de reojos a su alrededor.
Con su simpática sonrisa, agacha su cabeza, única cómplice de su imaginación.
Vera cierra los ojos para abrirlos en sus intensas y soñadoras lecturas; apoyándose junto al roble para comenzar a fantasear.
Y piensa en aquel cabello oscuro y ondulado como si fuese el viento quien le da tal forma, un cuerpo delgado y tostado, golpeado por los rayitos del sol, luego de haberle regalado unas largas horas; unas manos tímidas, y esos ojos guiadores de extensos caminos...
Para luego despertar cuando ya las hojas se esfumaron, el libro marcando su página final, y sin embargo ese continuo reflejo, el de su sueño...