¡Por fin llegué!
Cinco horas de coche pero ya estaba en mi casa de Marbella. Sólo tengo dos días de fiesta, pero me servirán para despejarme un poco de tanto chorizo de Madrid y de la tensión de la comisaría.
Al abrir la puerta de mi chalé, una nota cayó al recibidor, dejé la bolsa y la recogí: “Hola. Soy su vecina Luisa. Tengo que hablar con usted cuando vuelva”. ¡Mierda! ¿Me habré dejado el riego puesto? ¿O serán los boj que la invaden?. Que rollo de vecinos; luego iré a ver que quiere ésa, ahora me echaré un poco, son las 8 de la mañana, un par de horitas de siesta.
“Saltando de nube en nube, perseguía a mis ninfas, bellas, etéreas ninfas, jugando conmigo al ... ringggg ... que te pillo y ... ringgg”. ¿Qué es eso? ¡La puerta! ¡Llaman! ¿Duermo? ¿Es el sueño? Ringgg. No, están llamando.
Al abrir los ojos, lo primero fue mirar el reloj y el paquete de tabaco. ¡Las 11! ¡Joder! Me había quedado frito. ¿Quién coños será?
–¿¿Siií?? –abro la puerta sin apenas ver.
–Hola, buenos días, soy Luisa, su vecina. ¿Le molesto? Tengo que hablar con usted.
–¿Eh...? No, no, no molesta. Dígame. –Pero ella calla, está esperando que la invite a pasar–. Pero no se quede ahí, pase, pase. Espere que me vista, no estoy muy apropiado.
–No se preocupe. Gracias.
–Enseguida vuelvo, póngase cómoda.
¿Qué coños querrá esta? Bueno, de todas formas tenía que levantarme; serán rollos de comunidad y esas chorradas. Joder que pinta, no sé cómo no ha salido corriendo. ¡Vaya cara! Me pondré la bata y luego ya me arreglo, no voy a tenerla ahí esperando. A ver, que me lave un poco, que no estoy muy despierto.
A los 10 minutos, más adecentado, volví a saludar a mi vecina y, tras presentarnos mejor y pedir disculpas por mi anterior aspecto, entró al grano.
–Pues vera...
–Por favor, Luisa, tutéeme, somos vecinos.
–Ya, sí, claro. Pues mira, José Luis... -desde ese instante salió mi espíritu de policía y la examiné desde todos los ángulos. Era joven, demasiado joven para estar casada, un poco delgada, pero parecía muy simpática y realmente algo la preocupaba. No lleva alianza. Su figura era interesante. Unos veinticuatro años-... sé que eres policía y que vienes aquí de vacaciones, pero es que no me atrevo a ir a la policía, bueno, quiero decir a la policía en serio, bueno no es que esto sea en broma, pero... huy me estoy haciendo un lío.
–Tranquila Luisa, ¿quieres tomar algo?
–Noo, es muy pronto, gracias, llámame Pipi, si quieres.
–¿Pipi? –alzo las cejas mientras me dispongo a servirme un orujo.
–Sí, ja ja, es por Pipicalzaslargas, todos me llaman así desde pequeñita por lo intrépida y alocada que era.
–¿Pipicalzaslargas?
–Sí –me insiste entre risas–, sí, eran unos dibujos animados –al oír esto: nada de orujo, mejor un malta; mira, estrenaré la botella de Knockando que me regaló Paula.
–Bien, Pipi, pues cuéntame, sigue.
–Se trata de mi novio, ha desaparecido, pero es algo especial.
–Ya, ¿qué tiene de especial?
–Ha sido abducido.
–¿Abducido?
–Sí, por extraterrestres –me pilló justo cuando daba el primer trago y lo escupí entero sobre el mueble bar–. Claro, pensarás que estoy loca, por eso no quiero ir a la policía, pero tienes que creerme, José Luis. Estoy desesperada. No sé que hacer. Yo...
–Pipi, calma, a ver explícame eso más despacio –le dije no sin cierta sorna.
–Él se llama Manu, Manuel, y es un apasionado de los ovnis y esas cosas; hace una semana, el sábado 21 de abril, me dijo que tenía una cita, una cita con ellos, que había recibido un mensaje por Internet y que iba a acudir. Yo no podía ir, no a la cita, esas cosas no me las creo, pero era para acompañarle, pero es que era a las cuatro de la madrugada en la playa del Mojón. Le dije que no fuera, pero no por miedo, sino porque me molestaba que perdiera el tiempo en esas tonterías, pero no me hizo caso.
–Ya, y no ha vuelto, ¿no?
–No, pero a las 3:58 recibí un mensaje en el móvil de él, decía que ya llegaban, que estaban allí. Yo lo leí por la mañana. Es lo último que sé de él.
–Bueno, Pipi, hablaré con algunos colegas de aquí, de forma privada. Dame los datos de tu novio y tranquila, ya te diré algo –aquello ya no me gustaba, una loca, con un novio más loco aún que estaría por ahí con otra. Era la excusa más original que había oído nunca. En fin, estaba de vacaciones, venga, aire, sácatela de encima–. Ahora vete a casa y no te preocupes, ya te diré algo.
–Pero es que hay más.
–Dime.
–Su familia. Me acusa a mí. Dicen que se ha ido sin decir nada y que yo sé donde está. Es un lío...
–¿Has hablado con su familia y no saben nada? -huy, esto me huele a sectas y rollos raros, ¡que coñazo!
–No, no saben de él desde ese día.
–Bueno, dame los datos suyos y tranquila, ya te diré algo.
Al final, tras una interminable hora, conseguí que me dejara solo. Pude arreglarme e iniciar mis mini-vacaciones.
En realidad no presté ninguna atención al caso de Pipi, pero de noche, cual animal de costumbre, fui al pub del otrora colega Torrente. Cada día estaba más loco y más mafioso, este acabará mal. Algún día o los rusos o nosotros, le daremos varias medallas de plomo.
En el pub me encontré con caras conocidas, colegas de Marbella. Hablando y bebiendo, o mejor dicho, bebiendo y hablando, sin querer, comenté el caso de Pipi y, cuando yo esperaba unas risas y chascarrillos cómplices, mis colegas se quedaron blancos, pero a mi me dejó mas sorprendido sus comentarios.
–Es un asunto muy jodido el de tu amiga, José Luis. No es el primero. La playa del Mojón parece que tiene algo raro.
–¡No me jodas! No me digas que vienen marcianitos verdes a llevárselos.
–¡¡Que no, joder!! ¡¡Que es en serio!! Si tenemos prohibido hablar de ello, si como se entere mi comisario que te lo he dicho me empapela.
–¿Pero qué coños pasa? –me asombré totalmente.
Pues pasaba que el novio de Pipi, Manu, era el octavo desaparecido, eso que se supiera, puesto que de Manu aún no estaba denunciada su desaparición y podría haber más casos. Todos los casos tenían el mismo elemento común: citas con ovnis a altas horas de la madrugada. Si no hubiera sido por la seriedad de mis colegas, me partiría de risa, pero incluso les había desaparecido los síntomas de borrachera producto de los siete cubatas tomados.
De vuelta a casa, dando un paseo por la playa para despejarme tranquilamente, me dije de acercarme a la playa del Mojón. No me podía creer que la comisaría no hiciera nada y miles de preguntas me venían a mi alcohólica cabeza.
Al llegar a esa playa, que más bien era una cala llena de piedras, no vi nada raro, la Luna y un cielo despejado daba suficiente luz para ver los detalles más gordos. Piedras y más piedras.
Y lo increíble sucedió.
Una luz, una potente luz, emergió del cielo y se aproximaba a la playa, esa luz me permitió ver una silueta subida sobre una gran piedra un poco metida en el agua; la luz se dirigía a él. Rápidamente me dirigí a un recodo a ocultarme.
Cuando la luz estaba más cerca, era claro el ruido de un helicóptero tras ella, por lo menos no me enfrentaría a marcianos, eran terrestres y bien terrestres. El aparato aterrizó en la cala y unos hombres se dirigieron a la silueta que les esperaba.
Tras una breve discusión, todos se encaminaron hacia el interior, iban por un camino hacia algún sitio, el helicóptero despegó y me permitió salir de mi escondite para seguirles. ¡Mierda! No llevaba pistola. ¡Las malditas normas!.
Gracias a la Luna pude seguirles sin problemas, hasta que llegaron a una casa a unos 300 metros de la playa. El chalet estaba rodeado de una alta, muy alta, valla de metal verde oscuro, pero algo salía de su interior, una especie de resplandor; era muy difícil verlo, sólo cuando estuve más cerca, entendí que dentro del chalet había mucha, mucha luz. ¿Y ahora qué?
Intenté rodear el chalet mirando a la valla por si alguna rendija me permitía observar algo, pero me cansé, el chalet era enorme. Sí pude oír ruidos en el interior, ruidos de personas hablando normalmente, de gente moviéndose.
Debió ser el alcohol, pero harto de examinar el perímetro, me decidí a entrar, por la buenas o por las malas; siempre podría alegar fuerza mayor.
Llamé con la mano en la puerta, no veía timbres o aldabas, así que golpeé con la palma, mientras pedía que me abrieran.
Una mirilla se abrió y unos ojos, bajo una gorra de guardia jurado, me pidieron que dijese qué coños quería a esas horas. Por respuesta le mostré mi placa, pero el guarda no se amilanó.
–Policía, sí, comisario, ¿y qué? ¿Qué quiere? –me dijo en plan pasota.
–Mira pistolas, o abres o ¡¡te traigo aquí al Garzón y a todos los Geos y a la madre que te parió!!
Al final cedió y me abrió la puerta. Aquello era... era... como un plató de televisión, todo estaba iluminado y cables recorrían el césped y todos los operarios me miraban expectantes. Uno de ellos se dirigió hacia nosotros.
–¿Qué pasa? ¿Quién es usted?
–Soy comisario de policía e investigo unas desapariciones...
–¿Policía? –dijo asombrado– ¿De qué comisaría? ¿Le envía el comisario Sundance?
–No, no soy de aquí...
–¡¡Eh!! Pues hable con él, él esta al tanto de todo y tiene instrucciones precisas, y ahora déjenos trabajar en paz –Sin darme tiempo a reaccionar se giró y volvió por donde había venido. El guarda abrió la puerta y con un gesto me invitó a salir. Yo estaba alelado y mecánicamente salí.
Desde la misma puerta llamé al inspector Páramo, me costó convencer a su mujer que éramos colegas, no me conocía, pero al final me pasó con él y logré convencerle para que viniese a buscarme y me llevara a la comisaría.
Cuando llegó Páramo, estaba todavía con la cara con el efecto de la reciente bebida, y nada mas verme, asustado, me dijo:
–¿No me jodas que has estado tocando los huevos con lo de la playa del Mojón? ¡Sundance me folla vivo! No me jodas, tío.
–Tranquilo, ha sido una casualidad.
–¿Casualidad? ¡Ja! Tú no conoces a Sundance, ¡me folla! ¡Este me folla! ¡¡Joder, José Luis, me has jodido!!
–¡Cálmate! ¡Vale! Tú llévame ante él y te abres; ¡estate tranquilo, joder!
Al poco rato un coche de la policía nos hizo señales y se puso a nuestra altura. Sundance ya sabía lo de mi excursión por el chalet y me estaba buscando, la patrulla nos haría escolta hasta la comisaría. Ya me estaba tocando los cojones el asunto y el Sundance este.
El comisario Sundance nos recibió en la puerta de la comisaría. Nada más salir del coche, dirigió una mirada asesina al pobre Páramo.
–¡¡Inspector Páramo, mañana a las 9 en mi despacho!!
–Oiga, verá... –intervine.
–¡Cállese! Pase y hablamos en mi despacho.
–¿Oiga, sabe quién soy?
–¡Sí, lo sé! Pero este no es lugar para hablar, ¡pase!
Le seguí hasta su despacho y allí cambió totalmente de tono. Me ofreció un Don Julián nº 1, un Chivas pasable y en forma ya distendida empezó a explicarme.
–Bueno, comisario Garrido, he oído hablar de usted, lamento que nos conozcamos así. En realidad, siempre me digo de ir a hacerle una visita cuando viene a nuestra ciudad, pero siempre surge algo que me lo impide. Somos de la misma edad más o menos, nos tuteamos, ¿no?
–Claro, pero...
–Ya, ya, la playa del Mojón –se relajó y rió con ganas por mi preocupación–. Es un asunto político...
–¿Político?
–Sí, verás, están rodando un concurso de esos de Gran Hermano, el Bus y esas tonterías, pero este es de Televisión Española, y he recibido instrucciones precisas, del Director, de absoluta discreción. Lo de los ovnis, se me ocurrió a mí.
–¿Qué?
–Ya sé que parece raro, pero ya se sabe que la competencia entre cadenas es mortal y, los de TVE han apretado al gobierno y aquí me tienes: de niñera de ejecutivos de telebasura. ¡Que cosas!
–¿Pero? ¿Y las desapariciones? ¿Y...
–Todo esta manipulado. Todos los desaparecidos están dentro de esa casa, rodando la mierda esa y una de las condiciones es que su familia no sepa nada, así la sorpresa es mayor y cuando a todos le ponen delante el contrato y los millones a ganar, pues todos dicen que sí. Ya ves qué mierda.
–... –me dejó boquiabierto.
–Ja ja, cierra la boca y no digas nada, y no te preocupes por Páramo, le echaré la bronca para mantener el silencio y la autoridad, que espero que tú también guardes, pero es mejor esto que un ajuste de cuentas de los rusos.
–Ponme otro güisqui.
Al oír mi petición y ver mi cara de pasmo, Sundance se destornilló de la risa.
A Pipi le dije que sabíamos de buena tinta que Manu estaba de viaje por el Perú, con un grupo de aficionados a los ovnis, y que estaba bien, el cónsul de allí los controlaba y pronto tendría noticias suyas, todo esto me lo asesoró Sundance.
Lo mejor del caso es que conseguí pasar unas veladas entretenidas con Pipi, e incluso me hizo la cena y lavó la vajilla, había ganado una amiga; a lo mejor Manu, cuando fuera famoso, la cambiaba por otra del concurso. Me caía bien Pipi, ya veremos qué pasa cuando emitan el puto concurso y como reacciona con él y conmigo.
El puente * © 2004 JoLuLo |