... sin duda aquel día fue más extraño que de costumbre, la niebla en el ambiente, las voces que llenaban el ambiente, ambiente en el cual no se sentía presente, sus últimas monedas y el último cigarrillo acompañaron sus pasos, en aquel infinito pasillo rodeado de árboles, hacia la estación, paso a paso la niebla se hacía más y más espesa, la noche comenzaba a despertar.
Una vez en la estación se deshizo de su cigarrillo, ocupó aquellas monedas en su boleto y subió por aquella infinita (y cada vez más infinita) escalera. La interminable espera del tren y el frío, cada vez más intenso, no tardaron en obnubilar, aún más, su conciencia ya contaminada por la constante resignación, al fin el tren frente a sus ojos.
Una vez dentro, aquella angustia sólo fue acompañada por el movimiento constante del paisaje; el sabor amargo, ahora a velocidad constante, se transportaba por cada uno de los solitarios vagones de su desolación, la insistencia se conjugaba con la monotonía de aquel viaje cuando, de pronto algo, que siempre estuvo frente a sus ojos, le llamó la atención; sus ojos mostraban la tristeza de un hombre, algunos años mayor que él, con la mirada muy concentrada en la continua hilera de árboles tras el vidrio, de pronto una lágrima cayó entre sus manos, aquella mirada fija se transformó en una desesperada, su respiración más acelerada y descontrolada antecedió nuevamente a la calma. Pensó en que quizá él necesitaría algún tipo de ayuda, pero cuando quiso preguntarle, algo en su interior se lo impidió, lo miró fijamente, dándose cuenta de lo particular de su aspecto trató de imaginarse que era lo que realmente le pasaba, sin embargo sus intentos seguían siendo en vano; si bien el incidente lo mantuvo alejado de su propia gran batalla, esta nuevamente bloqueaba sus pensamientos, nuevamente el desconsuelo lo acompañaba y nada cambió por mucho tiempo, sólo se sumó el anuncio de la estación próxima que era donde su viaje terminaba, sin saber el porqué se le acercó y le dijo:
- ¿Quién eres?
- No soy más que un hombre desdichado y tú no eres más que el testigo de tu futuro, el testigo inesperado de tu desdicha.
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