La lluvia empapaba todo mi ser mientras corría despavorido por las calles menos transitadas de la ciudad. Día de los muertos, me alegré mucho de aquella fecha, pues cumplía ya doscientos años. Pronto llegaría ya el alba y aún poseía una sed de sangre insaciable lo que me obligó a aumentar mi carrera en busca de alguna rata inmunda, o un gato, pero los humanos eran mis favoritos. Aquellos hermosos cuellos juveniles, esos cuellos que en sus venas extasiaba el rico sabor de la sangre dulce y delicada, frente a unos pasos de mí se encontraba un hermoso joven de oscuros cabellos y ojos tan azules como el cielo al anochecer, de una estatura asombrosa casi como la mía, poseía bellas y finas prendas de terciopelo y sus manos y piel parecía pulida por los mismos ángeles. No dudé en hacerlo mío, la lluvia había cesado y aquel joven parecía borracho, puesto que estaba en las afueras de una de las tabernas más lujosas de la ciudad y llevaba consigo un crucifijo de oro tallado en finas perlas de esmeralda.
[ ¡Sin lugar a duda el debe ser tuyo! ]Repetía mi mente una y otra vez al compás de mis palpitaciones quebrantadas por el hambre, la sed. [¡Tuyo, tuyo, tuyo!]. Las voces comenzaron a sonar con más resonancia, si lo dejaba ir me arrepentiría por la eternidad. Aquella belleza que contemplaban mis ojos ¡debían poseerla!
Me acerqué al joven, intenté conversarle pero parecía muy ebrio, por lo que me resultó más fácil aún.
- ¿cómo te llamas?- le dije de un tono suave y jovial, intentaba ponerme a oscuras para que no notara la palidez de mi rostro, y traté de ocultar mis uñas para que no viera si exagerado brillo sobrenatural.
- Soy Douglas, el hijo del conde de la ciudad.
Aquello me distrajo un poco, ¡hijo de un conde! Ni en mi vida de mortal había conocido semejante locura, en estos años no había conde, aquel muchacho aparte de estar ebrio estaba loco, le vislumbré sobresaltado, pero no quise preguntarle más cosas y fui directo a la acción. Caminamos en las oscuras calles de la ciudad, debía apurarme, sólo faltaban algunas cuantas horas para el alba y debía hacerlo mío ahora o nunca, así que clavé mis colmillos en su hermoso cuello y bebí su sangre hasta dejarlo agonizante. Nuestros corazones palpitaban juntos en un rico aire extasiado lleno de placer, su corazón comenzaba a deteriorarse y lo solté de un empujón. Llovía nuevamente, con mis colmillos me reventé la vena de mi muñeca y le di de beber. Absorbió mi sangre fulminantemente.
-¡Basta! ¡Basta! Está bien, has bebido suficiente. Me dejó mareado por varios minutos, estuve a punto de perder el conocimiento.
Luego le musité casi tan bajo que ningún oído mortal hubiese podido escuchar:
- rápido, el amanecer está cerca, debemos irnos rápido si no quieres ser un montón de cenizas.
Douglas me miró horrorizado, aún recuerdo su expresión, sus sollozos, sus maldiciones hacia mí.
Pasaron cien años, nuestras relaciones cada vez eran menos estrechas, menos íntimas, había algo de Douglas que me incomodaba bastante, era su manera de cazar, no lo se, me traía cierto disgusto cuando salíamos a cazar, él siempre optaba por los niños y los jóvenes, mientras que yo dejé de beber sangre joven y me dediqué a saborear la sangre de los delincuentes, sus burlas haciendome parecer un perfecto bufón, era su mirada penetrante y humillante. Un día, Douglas decidió ir conmigo al teatro, puesto que había unas actuaciones de lujo y siempre ocupábamos, gracias a su fortuna, los puestos mas privilegiados del teatro.
Acabada la función decidimos irnos por las angostas calles de ROTTER STREET, Douglas tenía ganas de probar sangre de bebes, lo que me negué con un rotundo NO.
- ¿Qué te ocurre Vladimir? Últimamente has estado demasiado raro, juras que no noto tu incomodidad hacia mí, pero fue mi belleza la que te guió hacia mí…
lo interrumpí casi a gritos, estaba harto de él y sus sucias cacerías, estaba harto de sus estupidos comentarios acerca de su belleza, tenía razón, era su belleza la que me había guiado ciegamente hacia él, sin embargo ahora me arrepentía profundamente.
- debes saber Douglas, que no solamente fue tu belleza la que me llevó a hacerte vampiro, fue porque realmente necesitaba compañía, estaba harto de la soledad y ahora me arrepiento de todo Douglas, debes comprender que aún tengo una parte humana dentro de mí, por favor Douglas,¡bebés! ¿cómo se te ocurre cometer semejante acto?
Douglas echó a reír, se reía de mí y de mis comentarios.
- Vamos Vladimir, verás que te gustará, no seas terco, ven y te arrepentirás de haber dicho semejante discurso, eres inmortal Vladimir, ya no eres mortal, sólo eres una falsa copia de ellos, pero nunca más lo serás. La sangre es nuestro alimento y debemos conseguirla de cualquier fuente, me da lo mismo, no me importa si es en niños, viejos, moribundos, drogadictos…
Tuve la sensación de arrepentimientos carcomiéndome la conciencia, Douglas, mi discípulo, convertido en un verdadero demonio hecho solamente para matar…
- ¿Douglas, tu me amas?- . Pregunté de manera repentina casi fugaz.
- ¿Qué si he de amarte Vladimir? Como no…
- ¡Mentira! No me amas, pareces odiarme, huelo perversidad y cinismo en ti, no eres el mismo de antes maldita sea Douglas, como tú, un hijo mío, amante, amor mío, no me amas, no me amas…- . Lágrimas de sangre manchaban mi rostro, pero él se quedó ahí, contemplándome, con una mirada de lástima hacia mí.
- Será mejor que te alejes de mi entonces Vladimir, porque no me interesa permanecer a tu lado, me has dado la inmortalidad y te lo agradezco, pero no te la pedí, yo no te pedí que me la dieras Vladimir.
Las manos tapaban mi rostro entumecido, cubierto de lágrimas malditas, hechas de sangre, sin mirarlo me alejé de él, vagué perdido en las calles, no me importaba si me veían los ilusos mortales, no me importó nada en ese entonces. Prefería morir antes de ver a Douglas alejarse de mí para siempre, lo amaba como nadie en el mundo, era mío, era mi amor y lo dejaba marcharse… porque no me amaba.
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