El señor Miranda daba su primer debut como pintor. Las invitaciones correspondientes habían sido enviadas, los amigos y los familiares claro, los profesores y la prensa también y, por supuesto, el alcalde de la ciudad no podía faltar en la extensa lista del pintor. El lugar estaba siendo preparado, una sala de exposición famosísima, ubicada en la esquina de una oscura calle en el centro de la ciudad costera. Las luces perfectas sobre los cuadros perfectos, que colgaban de los techos o que se incrustaban en las paredes antes abandonadas.
El señor Miranda se puso su mejor traje y esperó, en las salas vacías, esperó, entre sus cuadros, esperó, entre las luces perfectas, esperó y cuando pensó en apagarlas, sonó la campanilla de la puerta, había una campanilla en la puerta?, caminó rumbo a ella y vio una joven mirando uno de sus cuadros, una joven un poco extraña, de esas como de los sueños, de esas con olor a flores, iluminadas por el sol, elevadas por el viento y vestidas por el mar.
-son tuyos?-
-sí-
-me gusta este, me gustan los pájaros-
-cuáles pájaros?-
-los que pintaste-
-yo no pinte pájaros-
-sí, míralos-
El señor Miranda miró detenidamente su cuadro y cuando se volvió, la joven ya no estaba y miró nuevamente su cuadro y lo miró, y supo que tenía que esperar, esperar para hacer su primera exposición.
papelucha
Para GMH,
que la campanilla
siempre este en tú
corazón.
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