CRONICA PERDIDA
El sol pegaba como martillazos el rostro de aquella mujer, postrada sobre el verde pasto, que daba la sensación de acariciar su piel morena, con una leve capa de cebo y ala vez acompañada por una fragancia a orina y otros aromas poco agradable a las fosas nasales que transitan con indiferencia por su lado.
Algunos niños al pasar con sus padres, se aferran a sus manos, escondiéndose tras sus piernas, observando con espanto, el bulto de humano que dormitea, cubierto de sucios trapos, y cabello desarmado tapando la silueta de su cara huesuda.
¡Que agresividad se desliza en aquel presente!, la fiereza de los latidos galopando desenfrenadamente al son del tic-tac de relojes, alcanzando el medio día y con ello la despampanante sirena aullando en pleno centro.
Las pisadas apresuradas, tacones altos, maquinarias trabajando tras paneles de madera tras un gran cartel que dice algo así: “disculpe las molestias, estamos trabajando para usted”.
Bocinazos, frenadas, estrenos de películas piratas.
Pero nada, nada, turba el sueño de aquella mujer, que bajo este lapso se ve tan serena al compás de su respiración sosegada, que se desliza al ritmo del subconsciente mientras que él consiente perturbado descansa.
De un momento a otro, su cuerpo delgado comienza a ser dominado, poseído por espasmos, gotas de sudor se inician a surcar caminos por todo su cuerpo, conocido por mas de un mal hombre. Su respiración se agita, sus latidos se desencadenan como impulsado a darse en fuga, sus grandes ojos inyectados en sangre sobre enormes ojeras oscuras se abren sorpresivamente, su mirada se pierde al hechar un vistazo a lo que la rodea... ya es tarde la serenata de grillos le ofrecen sus melodías, que vagabundean de la mano con ladridos desafiantes que provienen de quiltros que merodean acercándosele, palpando con sus narices húmedas su epidermis.
Se pone de pie junto a su aspecto desagradable, sin saber donde dirigir sus pisadas torpes y sin ritmo. Al fin de unos segundos en que estuvo como detenida en el tiempo, se interna por oscuros callejones donde su presencia parese camuflarse entre el asfalto cubierto por charcos de agua y orina que desprende ese peculiar mal hedor. Solo el sonido de sus pasos que se dilatan sin forma ni figura revelan su presencia.
Sus latidos se trenzan con sus gritos despavoridos y la saliva acumulada en su boca, mientras que fantasmas susurran en sus oídos cuantas maldiciones torturándola entre maleficios e insultos.
Sus manos temblorosas secan el sudor de su cara, también lagrimas que corren por sus pómulos alzados.
Apoyando su cabeza confundida y adolorida sobre una pared plagada de propaganda política y promesas para un chile mas seguro y de un cambio.
Sus gritos con la desesperación la ahogan, haciéndola caer rendida azotando su cuerpo enfermo, en contra el pavimento, donde apoya sus manos de largos dedos que se ensangrientan a cada golpe sobre el piso, a la vez que lagrimas derramadas caen al suelo agrietando la mezcla de alquitrán, asfalto y cemento.
Las carcajadas, gritos desgarradores, sombras que persiguen su presencia, la envuelven con sus largos y oscuros brazos.
Ella corre, corre y corre, no quiere ser atrapada, en eso como mil punta pies se estrellan en su estomago, teme, llora, grita, sumida en el espanto al saber todo en ella que algo le falta... quizás ese “algo” esta envuelto en papel de diario. Incrédula no es, el papel con cifras y rostros impresos se ha marchado de sus bolsillos agujereados donde cabe dos dedos de su mano.
Angustiada, frustrada, perdida sin regazo alguno que la ampare, se detiene a la orilla de la calle, donde se detiene un vehículo sosegando su marcha, unos segundos de dialogo, y aquella “mujer”, que se hizo mujer por obligación en sus malditas 16 primaveras, se monta en el automóvil desapareciendo junto al rugido grabe del motor.
Esas son las noches que van extinguiendo los latidos de jazmín, estrangulando su alma, ya es un cuerpo penando estando vivo junto a millones que lloran en silencio sus temores y pesadillas... en ocasiones todo sentimiento alguno se les arrebata, y caen en las propias tumbas que ellos han cavado como consecuencia de diversos factores.
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