Corría hacia el edificio 13 de la Oficina para el Control Social, el grupo 7 había atrapado a un puñado de facinerosos a las entradas del teatro municipal y se había encontrado en poder de estos elementos una serie de productos que hacían sospechar sobre la intención de fabricar una bomba, tenía que llegar a ellos antes que comenzara el ablandamiento, el grupo 7 era famoso por sus técnicas disuasivas y por la nula supervivencia de sus interrogados. Justo a la entrada del lúgubre edificio le vi, el sujeto sentado en las escaleras del edificio lucía una amplia y estúpida sonrisa, un hilo de baba colgaba por la comisura izquierda de su boca y sus ojos negros rodeados de profundas ojeras en una cara sucia denotaban una indiferencia absoluta ante el entorno que le rodeaba. Le rodeé como pude y subí a grandes zancos por la escalera mientras pensaba – otro orate más para embellecer esta ciudad-.
El interrogatorio había comenzado, en el suelo de una fría sala en la parte alta del edificio podían verse cuerpos retorciéndose en charcos de sangre, en una de las paredes un hombre colgaba atado a dos gruesas cuerdas de nylon, y uno de los “muchachos” le aplicaba un cable eléctrico en sus partes intimas, disfrutando un mundo con los gritos del hombre y el olor a carne chamuscada.
Entré al cuarto contiguo a la sala de “interrogatorios”, era el cuarto a donde se trasladaba a las personas dispuestas a hablar, estaba semi oscuro y pude divisar al fondo el cuerpo de una mujer totalmente desnuda, y aunque su pelo enmarañado no dejaba ver su rostro pude deducir que era una mujer joven.
El guardia en el salón se puso nervioso al verme, y antes de que yo dijera algo me dijo:
- Inspector, es mejor que no entre aquí – me llené de curiosidad y le inquirí el porque de su comentario
- Es ella Señor, creo que ha habido un error – me dijo el policía mostrándome el bulto informe y ensangrentado de la mujer, me acerqué y al levantar la cabeza de la muchacha reconocí de inmediato a mi hermana, era Luna, mi hermana menor, la opositora al proceso, la contrarrevolucionaria de la familia, la que me llamaba asesino cada vez que podía por apoyar el proceso de cambios que nuestro partido había iniciado en el país,, ERA MI HERMANA.
- Estaba con los sospechosos Señor – me dijo el joven policía que la custodiaba
- ¿La violaron? DIME LA VERDAD, ¿la violaron? -
- Si Señor – contestó tembloroso el joven gendarme, yo desenfundando mi pistola volví a preguntarle:
- Pero tu, TU, ¿tu la violaste? -
- No Señor, yo fui llamado para custodiarla cuando ella confesó a los del escuadrón que era su hermana - Solo entonces me di cuenta que aquel muchacho no pertenecía al Grupo 7, era solo lo que solíamos llamar apoyo táctico, un funcionario prestado de la policía Nacional para tapar las vagabunderías que cometían los del escuadrón, y quien sabe, a veces un potencial relevo en caso de una baja forzosa.
Salí del edificio sin ver a los lados, los gritos habían cesado, pero yo no subí la cara para ver lo que pasaba, caminé sobre los charcos de sangre, sobre la vida barata de hombres que decían luchar por la justicia, me alejé caminando y tratando de huir de una realidad que me aplastaba y me apuntaba directamente con un dedo imaginario.
Al salir del edificio vi al indigente, sonreía mientras giraba la cabeza de un lado a otro como viendo una mosca imaginaria, su sonrisa se ensanchaba y por primera vez su hedor me llegó en toda su potencia. Este hombre no sabía de luchas políticas, no tenía que salvar al mundo aun a costa de su propia sangre, este hombre sonreía, a pesar de que justo sobre su desordenada cabeza, en ese momento se estaba arrebatando vidas en nombre de la libertad. Comprendí en ese momento que ese era un hombre libre, que el no era loco, sencillamente había decidido escapar. La culpa y el dolor me agobiaron, mi hermana tenía razón, los disidentes eran asesinos, pero más asesino era yo, el orate que me miró sin mirarme no estaba loco tampoco, MAS LOCO SOY YO...