Vicente Huidobro: Arte Poética, 1921  
Vicente Huidobro (Santiago de Chile, 1893-Cartagena, 1948). 
 
Que el verso sea como una llave 
Que abra mil puertas. 
Una hoja cae; algo pasa volando; 
Cuanto miren los ojos creado sea 
Y el alma del oyente quede temblando. 
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; 
El adjetivo, cuando no da vida, mata. 
Estamos en el ciclo de los nervios. 
El músculo cuelga, 
Como recuerdo, en los museos; 
Más no por eso tenemos fuerza; 
El vigor verdadero 
Reside en la cabeza. 
¡Por qué cantais la rosa, oh Poetas! 
Hacedla florecer en el poema; 
Sólo para nosotros 
Viven todas las cosas bajo el Sol. 
El poeta es un pequeño Dios. 
 
 
 
Rafael Alberti: De ayer para hoy, 1940  
Rafael Alberti (Cádiz, España, 1902-1999) 
 
  
Después de este desorden impuesto, de esta prisa, 
de esta urgente gramática necesaria en que vivo, 
vuelva a mi toda virgen la palabra precisa, 
virgen el verbo exacto con el justo adjetivo. 
Que cuando califique de verde al monte, al prado, 
repitiéndole al cielo su azul como a la mar, 
mi corazón se sienta recién inaugurado 
y mi lengua el inédito asombro de crear. 
 
 
 
Pablo Neruda: Arte Poética, 1933  
Pablo Neruda (Chile, 1904-1973) 
  
Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas,  
dotado de corazón singular y sueños funestos,  
precipitadamente pálido, marchito en la frente  
y con luto de viudo furioso por cada día de vida,  
ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente  
y de todo sonido que acojo temblando,  
tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría  
un oído que nace, una angustia indirecta,  
como si llegaran ladrones o fantasmas,  
y en una cáscara de extensión fija y profunda,  
como un camarero humillado, como una campana un poco ronca,  
como un espejo viejo, como un olor de casa sola  
en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios,  
y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores  
- posiblemente de otro modo aún menos melancólico -  
pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho,  
las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio,  
el ruido de un día que arde con sacrificio  
me piden lo profético que hay en mí, con melancolía  
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos  
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso 
 
 
Nicanor Parra: Arte poética, 1997  
Nicanor Parra (Chile, 1914) 
 
  
1% de inspiración 
2 de traspiración 
& el resto suerte 
Fragmento de Discurso del Bio Bio 
 
 
Miguel de Unamuno: Credo poético, 1907  
Miguel de Unamuno (Bilbao, España, 1864-1931) 
 
Piensa el sentimiento, siente el pensamiento; 
que tus cantos tengan nidos en la tierra, 
y que cuando en vuelo a los cielos suban 
tras las nubes no se pierdan. 
Peso necesitan, en las alas peso 
la columna de humo se disipa entera, 
algo que no es música es la poesía, 
la pesada sólo queda. 
Lo pensado es, no lo dudes, lo sentido. 
¿Sentimiento puro? Quien en ello crea, 
de la fuente del sentir nunca ha llegado 
a la vida y honda vena. 
No te cuides en exceso del ropaje, 
de escultor, no de sastre es tu tarea, 
no te olvides de que nunca más hermosa 
que desnuda está la idea. 
No el que un alma encarna en carne, ten presente, 
no el que forma da a la idea es el poeta 
sino que es el que alma encuentra tras la carne, 
tras la forma encuentra idea. 
De las fórmulas la broza es lo que hace 
que nos vele la verdad, torpe, la ciencia; 
la desnudas con tus manos y tus ojos 
gozarán de su belleza. 
Busca líneas de desnudo, que aunque trates 
de envolvernos en lo vago de la niebla, 
aún la niebla tiene líneas y se esculpe; 
ten, pues, ojo, no las pierdas. 
Que tus cantos sean cantos esculpidos, 
ancla en tierra mientras tanto que se elevan, 
el lenguaje es ante todo pensamiento, 
y es pensada su belleza. 
Sujetemos en verdades del espíritu 
las entrañas de las formas pasajeras, 
que la Idea reine en todo soberana; 
esculpamos, pues, la niebla. 
 
 
 
Miguel de Cervantes: [La poesía, señor hidalgo], 1615  
Miguel de Cervantes (Alcalá de Henares, España, 1547-1616) 
  
La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo estremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener, el que la tuviere, a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heroicos, en lamentables tragedias, o en comedias alegres y artificiosas; no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran. Y no penséis, señor, que yo llamo aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde; que todo aquel que no sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en número de vulgo. Y así, el que con los requisitos que he dicho tratare y tuviere a la poesía, será famoso y estimado su nombre en todas las naciones políticas del mundo. Y a lo que decís, señor, que vuestro hijo no estima mucho la poesía de romance, doyme a entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es ésta: el grande Homero no escribió en latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en griego, porque era latino. En resolución, todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las estranjeras para declarar la alteza de sus conceptos. Y, siendo esto así, razón sería se estendiese esta costumbre por todas las naciones, y que no se desestimase el poeta alemán porque escribe en su lengua, ni el castellano, ni aun el vizcaíno, que escribe en la suya. Pero vuestro hijo, a lo que yo, señor, imagino, no debe de estar mal con la poesía de romance, sino con los poetas que son meros romancistas, sin saber otras lenguas ni otras ciencias que adornen y despierten y ayuden a su natural impulso; y aun en esto puede haber yerro; porque, según es opinión verdadera, el poeta nace: quieren decir que del vientre de su madre el poeta natural sale poeta; y, con aquella inclinación que le dio el cielo, sin más estudio ni artificio, compone cosas, que hace verdadero al que dijo: est Deus in nobis..., etcétera. También digo que el natural poeta que se ayudare del arte será mucho mejor y se aventajará al poeta que sólo por saber el arte quisiere serlo; la razón es porque el arte no se aventaja a la naturaleza, sino perficiónala; así que, mezcladas la naturaleza y el arte, y el arte con la naturaleza, sacarán un perfetísimo poeta. Sea, pues, la conclusión de mi plática, señor hidalgo, que vuesa merced deje caminar a su hijo por donde su estrella le llama; que, siendo él tan buen estudiante como debe de ser, y habiendo ya subido felicemente el primer escalón de las esencias, que es el de las lenguas, con ellas por sí mesmo subirá a la cumbre de las letras humanas, las cuales tan bien parecen en un caballero de capa y espada, y así le adornan, honran y engrandecen, como las mitras a los obispos, o como las garnachas a los peritos jurisconsultos. Riña vuesa merced a su hijo si hiciere sátiras que perjudiquen las honras ajenas, y castíguele, y rómpaselas, pero si hiciere sermones al modo de Horacio, donde reprehenda los vicios en general, como tan elegantemente él lo hizo, alábele: porque lícito es al poeta escribir contra la invidia, y decir en sus versos mal de los invidiosos, y así de los otros vicios, con que no señale persona alguna; pero hay poetas que, a trueco de decir una malicia, se pondrán a peligro que los destierren a las islas de Ponto. Si el poeta fuere casto en sus costumbres, lo será también en sus versos; la pluma es lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos; y cuando los reyes y príncipes veen la milagrosa ciencia de la poesía en sujetos prudentes, virtuosos y graves, los honran, los estiman y los enriquecen, y aun los coronan con las hojas del árbol a quien no ofende el rayo, como en señal que no han de ser ofendidos de nadie los que con tales coronas veen honrados y adornadas sus sienes. 
Don Quijote al Caballero del Verde Gabán, Capítulo XVI de la Segunda parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha 
 
 
Mario Benedetti: Arte poética, 1966  
Mario Benedetti (Uruguay, 1920) 
 
  
Que golpee 
hasta que nadie 
pueda ya hacerse el sordo 
que golpee y golpee 
hasta que el poeta 
sepa 
o por lo menos crea 
que es a él 
a quien llaman. 
 
 
Mario Benedetti: Arte poética, 1986  
Mario Benedetti (Uruguay, 1920) 
 
  
Es un modo de crecer 
en lo que dura un suspiro 
o maneras de decir 
de otra manera lo mismo 
que nos ensenan la historia 
las estaciones el rio 
una suerte de jugar 
con formas y contenidos 
y regla para quien quiera 
violar las reglas del siglo 
ingenio contra la asfixia 
recurso para el respiro 
pero no la vanagloria 
ni lo que arrastra consigo 
es un modo de entender 
o aproximarse al prodigio 
con el paisaje en los ojos 
y en el alma un calofrio 
con la palabra en volandas 
o el corazon en anicos 
aprendiendo a transfomar 
lo sobrehumano en sencillo 
nadie podra despojarnos 
ni los suenos impedirnos 
ni quitarnos lo bailado 
ni matarnos lo vivido 
ni convertirnos en otro 
ni usarnos como testigo 
es un modo de sentir 
y casi como vivirlo 
y si la memoria aprieta 
para eso esta el olvido 
o trasmutar el recuerdo 
en cualquier otro peligro 
si es otono en primavera 
si es invierno en el estio 
si es desamor en amor 
y si es amor en delirio 
si es ordenanza en azar 
y si es azar en destino 
lo malo que poseemos 
en lo bueno que perdimos 
es un modo de arrojar 
por la borda lo prohibido 
y aunque extraviemos los nombres 
incautarnos de sus simbolos 
y archivar al pobre dios 
como asunto concluido 
es un modo de quedarse 
frente a frente con el nino 
que fuimos alguna vez 
sin saberlo y sin sufrirlo 
una forma de asumir 
senales muros y mitos 
y no morir de nostalgia 
ni asomarnos al abismo 
 
 
 
Jorge Teillier: [Las palabras emigran], 1973  
Jorge Teillier (Chile, 1935-1996) 
 
  
Las palabras emigran 
y en la huida 
los plurales abandonan las eses 
y queda así un rumor de viento manso, 
de despueses y adioses, 
de la actitud actriz que en nuestras manos 
nos convence de ausencias. 
Las palabras emigran y abandonan 
el buen surco del verso que ya estaba 
sembrado y las estrofas 
revestidas de oro y las imágenes 
frescas aún en el espejo igual 
de donde tan difícil es sacarlas. 
En todas las ventanas 
cuelga el ojo su fuego simultáneo 
sobre cuatro horizontes silenciosos, 
llenos aún de huellas de la huida 
de las palabras que te prefirieron 
porque tú eres la causa de su suerte, 
tú, poema, mejor que poesía. 
 
 
Jorge Luis Borges: Arte poética, 1960  
Jorge Luis Borges (Buenos Aires,1899-Ginebra,1986) 
 
  
Mirar el río hecho de tiempo y agua 
y recordar que el tiempo es otro río, 
saber que nos perdemos como el río 
y que los rostros pasan como el agua. 
Sentir que la vigilia es otro sueño 
que sueña no soñar y que la muerte 
que teme nuestra carne es esa muerte 
de cada noche, que se llama sueño. 
Ver en el día o en el año un símbolo 
de los días del hombre y de sus años, 
convertir el ultraje de los años 
en una música, un rumor y un símbolo, 
ver en la muerte el sueño, en el ocaso 
un triste oro, tal es la poesía 
que e inmortal y pobre. La poesía 
vuelve como la aurora y el ocaso. 
A veces en las tardes una cara 
nos mira desde el fondo de un espejo; 
el arte debe ser como ese espejo 
que nos revela nuestra propia cara. 
Cuentan que Ulises, harto de prodigios, 
lloró de amor al divisar su Itaca 
verde y humilde. El arte es esa Itaca 
de verde eternidad, no de prodigios. 
También es como el río interminable 
que pasa y queda y es cristal de un mismo 
Heráclito inconstante, que es el mismo 
y es otro, como el río interminable. 
 
 
 
Enrique Lihn: [Porque escribí estoy vivo], 1999  
Enrique Lihn (Chile, 1929-1988) 
 
  
Ahora que quizás, en un año de calma, 
piense: la poesía me sirvió para esto: 
no pude ser feliz, ello me fue negado, 
pero escribí. 
Escribí: fui la víctima 
de la mendicidad y el orgullo mezclados 
y ajusticié tambiéna unos pocos lectores; 
tendía la mano en puertas que nunca, nunca he visto; 
una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies. 
Pero escribí: tuve esa rara certeza, 
la ilusión de tener el mundo entero entre las manos 
- ¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco 
con toda su crueldad innecesaria -,. 
Escribí, mi escritura fue como la maleza 
de flores ácimas pero flores en fin, 
el pan de cada día de las tierras eriazas: 
una caparazón de espinas y raíces. 
De la vida tomé todas estas palabras 
como un niño oropel, guijarros junto al río; 
las cosas de una magia, perfectamente inútiles 
pero que siempre vuelvena renovar su encanto. 
La especie de locura con que vuela un anciano 
detrás de las palomas imitándolas 
me fue dada en lugar de servir para algo. 
Me condené escribiendo a que todos dudaran 
de mi existencia real 
(días de mi escritura, solar del extranjero). 
Todos los que sirvieron y los que fueron servidos 
digo que pasarán porque escribí 
y hacerlo significa trabajar con la muerte 
codo a codo, robarle unos cuantos secretos. 
En su origen el río es una veta de agua 
- allí, por un momento, siquiera, en esa altura - 
luego, al final, un mar que nadie ve 
de los que están broncéandose la vida. 
Porque escribí fui un odio vergonzante, 
pero el mar forma parte de mi escritura misma: 
línea de la rompiente en que un verso se espuma 
yo pude reiterar la poesía. 
Estuve enfermo, sin lugar a dudas 
y no sólo de insomnio, 
también de ideas fijas que me hicieron leer 
con obscena atención a unos cuantos psicólogos, 
pero escribí y el crimen fue menor, 
lo pagué verso a verso hasta escribirlo, 
porque de la palabra que se ajusta al abismo 
surge un poco de oscura inteligencia 
y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados. 
Porque escribí no estuve en casa del verdugo 
ni me dejé llevar por el amor a Dios 
ni acepté que los hombres fueran dioses 
ni me hice desear como escribiente 
ni la pobreza me pareció atroz 
ni el poder una cosa deseable 
ni me lavé ni me ensucié las manos 
ni fueron vírgenes mis mejores amigas 
ni tuve como amigo a un fariseo 
ni a pesar de la cólera 
quise desbaratar a mi enemigo. 
Pero escribí y me muero por mi cuenta, 
porque escribí porque escribí estoy vivo. 
 
 
 
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