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LA QUINCEAÑERA DE LA CHAQUETA NEGRA

Existen leyendas urbanas que circulan de boca y boca y hacen las delicias de los habitantes de la ciudad de Medellín, que se recrean no solamente contándolas sino moviendo el espacio de aquí para allá, variando muchas veces las situaciones y hasta los personajes pero manteniendo como hilo conductor la esencia del relato, esta es una de tantas escuchadas de boca de uno de mis estudiantes.

Una noche oscura, en la cual caía una lluvia menudita y el silencio y el frío eran las constantes de las tinieblas, cerca al cementerio de Itagüí, había una jovencita que vestía un traje negro y tiritaba de frío. Eran las nueve de la noche como lo anunciaban las campanas de la iglesia, en ese preciso momento se desplazaba por el lugar un muchacho en una motocicleta y la jovencita desde la puerta del cementerio le hizo señas para que se detuviera. El joven frenó la moto en seco y la adolescente le solicitó el favor de llevarla, como parrillera

-Pero yo voy para un baile.
-No importa llévame contigo.
-Vamos. Estoy de suerte porque yo no tengo pareja.

Era una adolescente hermosa, estaba en esa edad mágica de los quince años, tenía cabellos negros que caían sobre sus espaldas como una cascada mágica, era de labios gruesos y sensuales, esbelta y alta, de un hermoso cutis latino color trigueño, se montó en la moto con al pericia de quien ya lo ha hecho muchas veces recogiéndose delicadamente su vestido de noche, entonces el joven sintió que esas manos que aprisionaban su cintura, eran heladas como sin vida, pero a su vez pensó que todo se debía al clima excesivamente frío de aquella noche lluviosa.

La jovencita casi ni hablaba, escasamente le dijo el nombre y nada más.

-¿Cómo te llamas?
- Mónica
-¿Dónde vives?
- Eso no importa.

El recinto donde se bailaba, estaba hacinado de calor y gente, el humo de los cigarros, la bulla, la congestión hacían del lugar una olla hirviente, sin embargo el joven notaba que Mónica seguía tiritando de frío, a pesar que el ambiente dentro de la sala por la congestión de las parejas que bailaban, era ardiente y a veces se tornaba incluso sofocante, entonces le prestó su chaqueta negra. El joven agotaba todas las técnicas del coqueteo, mientras le insistía que le diera el teléfono, ya que la belleza latina lo tenía cautivado.

-No tengo teléfono.
-Mentirosa.
-En serio.
-Bueno al menos dime donde vives porque me gustaría visitarte.
-Eso no es posible.

Pero tanto insistió el joven que Mónica cedió, solicitó un lapicero y le apuntó en la mano la dirección, a la vez que el joven le hizo memorizar el teléfono, con la esperanza que lo llamara. Bailaron hasta las doce de la noche y de pronto la adolescente como moderna cenicienta que ha perdido su zapato, se esfumó en la noche como un sensual fantasma.

Pasaron los días el joven seguía recordando a Mónica, la veía hasta en la sopa y como esta no se reportaba, decidió ir a visitarla con la disculpa que le regresara la chaqueta, que la bella se le olvidó devolver.

El joven llegó y tocó la puerta de una casa pobre y antigua. Le abrió una joven señora, que le dijo que efectivamente era la mamá de Mónica, pero se mostró muy sorprendida y angustiada cuando el joven le manifestó que había hablado con la muchacha. Luego lo hizo pasar a la sala y le mostró una foto grande que pendía de la pared.

-¿Es esta la mujer de la que usted me habla?
- Sí señora
- Eso no es posible, mi hija precisamente el sábado que usted dice que bailó con ella cumplía un año de muerta. Salió de una fiesta con su novio en una moto a altas velocidades y se chocaron con un bus de Caldas, fue tal el impacto que mi hija voló por encima del bus y cayó al pavimento muerta como un pollito. No me haga esa broma tan macabra que mi hija murió hace un año.
- Eso es imposible, le juro señora que yo bailé con ella el sábado. Si usted quiere negármela o no le gusta que lo busque dígamelo de una vez, pero no se invite esas excusas tan raras

Ante la incredulidad del joven, la madre de la muchacha para despejar cualquier duda, lo invitó a que la acompañara a llevarle flores al cementerio, cuando llegaron ante su tumba, que en camposanto de Itaguí son colgantes, cual no sería la sorpresa del muchacho, allí estaba la chaqueta negra encima tapando la tumba.

William H Ramírez P
2005

Texto agregado el 07-07-2005, y leído por 6455 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
07-07-2005 este mito aparece en todo latinoamerica.pero una pregunta ? sos colombiano? un saludo mateo mateoaeda
 
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