Cambiando nuestros cimientos, jugando con las cuerdas del destino; los delgados hilos que entrecruzan los caminos que hemos de seguir… si lo crees se puede hacer realidad…

Ya no una niña, pero tampoco una mujer, había nacido con el triángulo de las brujas en ambas palmas; señal de herejía en alguna época pasada. Justo entre la línea de la vida y la del intelecto, tan claro como el amanecer, fue el símbolo que llevó a muchas inevitablemente a la hoguera.

Susana Malbuena olía a humo y a especias y sus ojos negros parecían los de un gato. “¡Somos parientes!”, a veces decía mientras reía burlonamente.

Abuela, desde que era chica, había repetido una y mil veces la historia de las brujas.

- ¡…y eres tan atractiva como todas ellas! Pero son de cuidado, siempre con gente alrededor; siempre con aquéllos que desde lejos las huelen. Y es que tienen una esencia especial; la gente no lo sabe, pero ellas los llaman. Los llaman desde adentro, aunque no sepan que lo están haciendo. Ese es el atractivo que poseen; están más cerca del cosmos, tienen un mejor entendimiento. Tanto hombres como mujeres las buscan… ¡Y a ti te buscarán también!

Susana era larga y delicada, pero reía como loba con los dientes por fuera y la sonrisa escondida. Se mofaba de Abuela con sus viejas supersticiones, con sus hierbas y pastizales para hechizos regados en todas partes. La ridiculizaba por sus creencias sobre la luna, por sus extractos mágicos y soluciones infalibles.

- Tu madre, que descanse en la gracia del Señor… ¡Tu madre era una bruja también!

Abuela siempre hablaba con orgullo acerca de su descendencia. Hacía que su nieta tomará brebajes especiales y jugaba juegos de destreza mental con ella, esperando encontrar indicio alguno de aquellos superpoderes que se supone poseía. Pero Susana Malbuena, por más bonita y educada que fuera, tenía el pensamiento lento y los deseos vacíos. Nacida bajo el signo de Libra, protegida de Venus, se deshacía en la holgazanería y el ocio; pensaba acerca de lugares lejanos, de ciudades grandes con luces multicolores, donde quizá la esperarían lujos que sólo conocía por medio de revistas importadas.

- A veces saben lo que piensas antes de que hables, y es como si te leyeran el pensamiento. A veces saben lo que sientes sin que tengas que decirlo, te lo leen del alma y se roban tus pasiones.

- Las brujas tienen un sexto sentido afinadísimo; perciben más de lo que perciben los comunes. Entienden mejor, porque son ellas las que hablan con la Diosa; son sus hijas predilectas. Tú eres una de las hijas escogidas.

Cuando Abuela falleció Susana lloró tres días y tres noches sin consuelo alguno; pensó que sus lágrimas formarían un riachuelo pequeño que la dejará navegar hacia tierras desconocidas, pero al fin un día decidió que no sería suficiente. Entonces empacó todas sus cosas en una valija pequeña, y cargando las cenizas de la abuela, le dijo adiós a las cocciones extrañas y hierbas exóticas.

Susana Malbuena caminó hacia la vieja estación de tren, casi abandonada, y compró dos boletos de ida (uno para ella y otro para Abuela, que tampoco conocía el mar). Escogió un destino al azar, sólo cerciorándose de que iría hacia la costa, y se marchó sin voltear atrás.

Pobre y con pocas pertenencias, Susana encontró un amante que la mantuviera además de proporcionarle un asilo y dos hijas. A las hijas las amó enormemente y el amante, aunque frecuentemente ausente, servía para satisfacer sus necesidades. Un día Susana Malbuena miró hacia la luna, una luna llena y redonda, y la mirada se le nubló con pensamientos viejos.

- Curioso que sean niñas… sabes, yo alguna vez también fui bruja…