Julio.
6. Pesadilla (llámese sueño extraño) hace siete días*. Imágenes que se agolpan en mi mente aun hoy: Un recipiente de vidrio lleno de un líquido cristalino en el que reposa una serpiente celeste con el cuerpo enroscado y la cabeza erguida. Yo la elijo, como en una feria, sin importar que más se oferte, yo la elijo. Me encaramo para alcanzarla, para asirla, para convertirla en mi propiedad, abstraída por su rara beldad. Mis manos logran tocarla, tiene una textura suave, tan de terciopelo, que me hace dudar que se trate de una víbora. Al desovillarse descubro que su cuerpo es infinito. La contemplo, siempre en celeste, como el cielo y el mar. Un gato negro asecha, crispado, negro, como un abismo, acecha, un gato. Leve distracción. Ese salto de tiempo crucial en el universo onírico. Leve distracción. Vuelvo la mirada hacia el celeste, sólo encuentro la cabeza, luminosa, cimbrándose: no hay cuerpo. Pienso en la pérdida. Giro hacia el negro para hallar respuesta. Veo sus colmillos, su cuerpo todavía crispado. Distracción. El felino tiene ahora la cola mutilada. ¿Cómo sucedió? Mar, cielo y abismo forman un remolino.
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*Hay un mensaje que no logro descifrar.
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