POBRE INFELIZ...
I
«… Tendré que hacer algo para ganar tiempo, caminar más rápido o, por último, alegar una buena disculpa… Voy todos los días con minutos de atraso al trabajo. Ni que decir de la vida, aún no tengo como ganarme la vida decentemente; es decir, me la gano y trabajando, pero no decentemente, si apenas alcanza para sobrevivir, eso es ganarse la vida a medias… Y tampoco es ganarse la vida, apenas, como te decía, es sobrevivir… Y ¿quién se ha ganado verdaderamente la vida? A uno le llega la hora de vivir tal cual le llega la hora de la muerte, sin elección… Y voy atrasado, pero hay un buen motivo, sabes? Quiero hacer algo distinto, diferente…Quiero hacer algo que me guste… Pero llevo días y días tratando de iniciar algo y la verdad es que todo lo que me parece gustar está ya hecho… Todo inventado. No hay nada nuevo… Quizá lo que busco es algo nuevo, pero que no se compre! No tengo dinero para eso. Sólo quiero vivir, no sobrevivir… Hacer algo que me diga que estoy vivo porque yo existo, no porque tenga que cumplir un horario, ni porque salgo a la pega todos los días, ni porque como y duermo como todos…»
II
«…Y pensando en lo mismo, buscando y buscando, se me ocurrió que debía salir a caminar todos los días, hasta que se me ocurriera algo. Más o menos a las siete de la tarde, apenas salí de la pega empecé a caminar para cualquier parte. En realidad no tenía un rumbo fijo, la idea era ver, mirar, encontrar algo diferente que hacer. En eso estaba…Todos los días salí más o menos cinco horas, porque me puse un límite, dos horas y algo de ida y dos horas y algo de vuelta. De primera me entretuve observando lo que nunca antes había “visto”; es decir, lo que miraba sin ver. Quería saber qué hacía la gente para sentirse bien; vi lo de siempre, niños jugando en medio de la calle, alguna pareja de enamorados, gente joven tomando y jugando a conquistar… Hasta que vi a un señor que parecía ser sumamente feliz; vestido impecablemente salía de una casa con la cara radiante hacia algún lugar que yo desconocía. Era tan radiante su expresión que pensé me gustaría ser como él. Entonces empecé a preguntarme hacia donde iría, qué sería lo que lo hacía ver tan feliz. Así es que decidí seguirlo. Llevo dos días siguiéndolo y siempre se me escapa; no quiero que piense que lo voy siguiendo, así es que mantengo una distancia prudente…»
III
«…Cada día estaba más “metido”. Apenas le veía su cara, que seguía siendo tan radiante como el primer día, tenía más ganas de saber qué hacía, hacia donde iba. De seguro hacía algo que le gustaba… Ya habían pasado dos semanas. Me propuse descubrir su secreto. Después de unas veinte cuadras, que caminamos tan separados como siempre, empecé a apresurar el paso. A estas alturas ya se me habría escapado, a no ser porque ahora estaba decidido a saber donde iba… Había luz en las calles, aunque ni tan iluminadas, así es que confié en mi suerte. Ese fue mi error. Dos cuadras más, cuando doblaba en una esquina en la que recién desapareciera, me encontré de golpe con el puño del hombre que me dio en toda la cara con una fuerza increíble. Reaccioné rápidamente y también pegué fuerte, pero los golpes me hicieron caer. Mis manos tocaron el suelo y sentí una piedra que parece a propósito hubiese estado ahí. La tomé y di un solo golpe… Sentí en mis manos el calor de su sangre y alcancé a ver su cara desfigurada antes de caer al suelo. Lo demás ya lo sabes, nadie quiere creerme. En el diario apareció lo del asalto y aquí me tienes, nueve años de condena…. Pero lo más terrible, ¡maldita sea!, nunca voy a saber qué lo hacía ser tan feliz…»
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